Que Walter haya vivido más de 30 años en Oklahoma, Estados Unidos, tenía que tener consecuencias y esta semana las hemos sufrido en carne propia. No es solo que haya desarrollado un castellano extraño, con caída libre de algunas sílabas finales, sino la que montó esta semana en el edificio a cuenta de Halloween. Al responsable del montacargas se le ocurrió dedicar una semana temática a esta festividad.

-A mi todo eso me da mucho yuyu. Yo no quiero -dijo Brígida, metiendo la cabeza entre los pechos de su hermana.

-Señoras, no teman. It''s gonna be funny -dijo Walter.

-¿Qué? -preguntó Úrsula, como si oyera hablar en chino.

-Que digo que será divertido -explicó él quien, por su cuenta y riesgo, ya había tuneado el transportador con unas cortinas negras ensangrentadas.

A las reticencias de los primeros momentos, siguió una locura desenfrenada inexplicable. Sin duda, Walter tiene un no sé qué para convencer.

-Para la noche de Halloween voy a estrenar mi disfraz de bruja sexi -dijo María Victoria haciéndole morritos.

-Yo puedo preparar un puré de calabaza -propuso la Padilla, a la que no se le borra la sonrisa desde que la Organización Mundial de la Salud anunciara que la carne roja es cancerígena. "Ya no corres ningún riesgo, cariño mío", le dijo a Cinco Jotas.

La que no entró en razones fue doña Monsi. Se negó en rotundo a los adornos y a que celebrásemos Halloween.

-Por encima de mi cadáver -gritó enloquecida cuando Walter le contó la idea.

-No nos caerá esa breva -murmuró Úrsula.

A pesar de la negativa, Walter desobedeció a la presidenta y siguió adelante con el montaje de los actos. El jueves, el edificio no tenía nada que envidiarle al set de rodaje de "The walking dead". Entre la decoración, el sonido chirriante del montacargas y los leggins de piel de murciélago de María Victoria, daba miedo salir de la puerta de casa.

La esperada noche de Halloween llegó y, aprovechando que doña Monsi suele acostarse temprano, nos reunimos en el portal para disfrutar de una cena con un menú elaborado para la ocasión por la Padilla: puré de calabaza, calabaza rellena de calabaza y pastel de calabaza.

Nada más empezar la celebración, se fue la luz y, aunque solo fueron treinta segundos, aquello pareció eterno. Cuando regresó la claridad, el montacargas se activó solo y, al llegar al portal, descubrimos que dentro había un cuerpo inerte tirado en el suelo.

-¡Es Eisi! -anunció la Padilla.

-¡Lo sabía! -gritó Brígida- Estas cosas de brujas y zombis no traen nada bueno.

-Alguien ha tenido que matarlo mientras se fue la luz. Que nadie abandone el edificio hasta que encontremos al asesino -ordenó Walter.

-¿Está insinuando que uno de nosotros lo ha matado? -preguntó la Padilla.

-Sí, me temo -contestó.

Al oír aquella afirmación, a María Victoria le dio un ataque de histeria y empezó a cantar.

-Haga callar a su esposa -le pidió Walter a Alberto.

-Alguien tendrá que avisar a doña Monsi -dijo la Padilla- Está tan enamorada desde que él perdió la memoria y se convirtió en un caballero.

Entre tanto alboroto, la voz de la presidenta surgió desde lo alto de la escalera.

-Sansón, cariño. ¿Estás ahí?

Ninguno abrimos la boca.

-¿Alguno de ustedes lo ha visto? Me dijo que iba a comprar tabaco pero no ha vuelto -insistió la mujer alongándose por el hueco del montacargas.

Walter miró hacia arriba y le aconsejó que se acostara tranquila que seguro que volvía pronto.

-¿Por qué le ha mentido? -se quejó Úrsula.

-Me ha dado pena y más al verla en pijama -reconoció él.

A pesar de los esfuerzos, Alberto no conseguía que María Victoria dejara de cantar y lo único que se le ocurrió fue meterle el pastel de calabaza en la boca. Entero.

-Egoísta -rezongó la Padilla.

Mientras decidíamos qué hacer, alguien se percató de que el difunto había movido la cabeza. Nos acercamos al montacargas y allí lo vimos revolverse y gemir.

-¡No está muerto! -gritó Ursula.

Walter ayudó a sentar a Eisi que, al vernos a todos, dijo: "¿Chas, qué pasó?".

@IrmaCervino

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