Los datos del paro de octubre son malos. Es lo que tiene la estacionalidad laboral, que uno vive a salto de mata de las salidas y entradas de gente en el mercado de trabajo. Los que saben de esto dicen que hay que fijarse en los datos interanuales y en las tendencias. En esas cifras tenemos dieciocho mil trabajadores más que el año pasado lo cual que es un crecimiento escuálido para el inmenso volumen de parados que tiene nuestra economía.

Tenemos dos problemas, pues. El primero, que el empleo se destruyó de forma acelerada y se construye de forma muy lenta. Y segundo, que la tasa de afiliados a la Seguridad Social está creciendo por encima de los cuatro puntos mientras que los ingresos a la caja de las pensiones no llega al uno por ciento. O lo que es lo mismo, que aunque hay más afiliados no se recauda en la misma proporción porque los sueldos son una caca.

La economía de Canarias sobrevive gracias a la venta de servicios turísticos. Es el subsector que crea más empleo, que sirve para dejar presentable nuestra balanza comercial y que impulsa nuestro PIB. Pero con un solo motor no hay manera de que este barco avance más rápido. No podemos ni debemos hacer recaer todas las responsabilidades sobre el único sector estratégico en el que somos competitivos.

No hay país que no tenga interés en tener un sector industrial potente y una agricultura que garantice el abastecimiento interior. En materia de industria Canarias vivió el ocaso de su gran sector tabaquero con una especie de estupor. Miles de puestos de trabajo y una industria floreciente se fueron a freír puñetas ante la indolencia de los sectores públicos. Fue un prolegómeno de lo que pasó con las cajas canarias, el germen de una banca regional que murió antes incluso de llegar a ser. Es la misma languidez con la que vamos viendo años tras año el atardecer del sector agrario exportador regional, que cada año declina irremisiblemente.

La industria y la agricultura crean trabajo cualificado menos volátil que el dinámico sector servicios. Por supuesto que no podemos ni pensar en vivir de otra cosa que no sea el turismo y el comercio, en donde hemos llegado a ser extremadamente competitivos. Sería de idiotas pensar otra cosa. Pero el nicho de crecimiento de trabajo y desarrollo -como dicen los modernos- está en un sector industrial estratégico que trabaje de cara a los trece millones de visitantes que tenemos cada año o que produzca bienes competitivos en los mercados de destino. Lo mismo pasa con una agricultura que alguna vez podrá empezar a conquistar cuota de un mercado interior que hoy se abastece en más de un 90% de importaciones de otras partes del mundo.

Mientras no haya crecimiento en esos sectores seguiremos estancados porque a la vaca del turismo no se le puede sacar más leche que la que da. Que ya da bastante. Aunque se la beban fuera de aquí en su mayor parte, que esa es otra.