La he vuelto a ver. La he visto ya no sé las veces y siempre logra conmoverme esa escultura móvil de la mujer arrodillada limpiando el suelo. ¿Las has visto? Y un cartel en el que se lee: "a todas las mujeres que silenciosamente han construido la historia". Sin embargo, su silencio me sigue resultando muy sonoro. Como si en medio de ese "silencio", la autora de la escultura en realidad estuviese gritando en plena calle: "¡Se acabó el secreto! ¡Lo hicimos nosotras!".

Un homenaje a mujeres de otras épocas, absolutamente determinantes para el progreso de los suyos y de la sociedad, que "construyeron la historia" casi desde el sigilo (o sin casi). En tiempos en los que lo discreto se confundía con lo escondido. Y el protagonismo femenino, si se daba, difícilmente era autónomo. He querido recuperar cosas que escribí sobre esto y una experiencia reciente.

Zenobia Camprubí fue la traductora de la obra de Rabindranath Tagore, premio Nobel de Literatura en 1913. Algunos de los versos de este escritor hindú son archiconocidos y te los tropiezas con frecuencia en las redes. Pues bien, la traducción literal al español de esos poemas la hizo Zenobia Camprubí hace ya un siglo. La forma poética al texto se la dio luego Juan Ramón Jiménez. Ambos colaboraron juntos para traducir obras de otros autores como Shakespeare o Allan Poe. De manera que los hispanohablantes de aquella época pudieron conocer estos textos gracias al trabajo primero de Zenobia. Y si bien se explica que fue un trabajo de colaboración, fue la impronta y el talento de esta mujer la que dio el empuje a una enorme tarea traductora que puso grandes obras al alcance de los lectores en lengua española. Zenobia era la mujer de Juan Ramón.

No sabía nada de ella hasta hace unas semanas que estuvimos en Moguer y la descubrí en la casa museo de los dos. La fama de Juan Ramón Jiménez es indiscutible. Sin embargo, Zenobia había pasado para mí inadvertida. Escuchando a la guía que lo contaba de maravilla, supe de esta mujer, de su importancia no solo en la vida del escritor, sino de su propia contribución literaria.

Parada frente a la escultura móvil, me acordé también de Zenobia. Y de tantas y tantas mujeres metidas en faena, da igual el tipo de tarea que sea, da igual tiempo o lugar. Comprometidas. Mujeres "constructoras", que lo fueron o lo son. Las vi quebrando esa barrera del silencio, como la misma escultora. Reivindicando su papel protagonista en la historia porque se saben a sí mismas cimientos, pilares y rocas.

Mujeres de primer nivel. Mujeres que se encararon con la realidad y estudiaron, y lograron el trabajo. Mujeres saltadoras de obstáculos que festejan cada minuto como si fuera el último de sus vidas. Imparables. Que viven para ayudar a vivir. Que organizan, que planifican, que ordenan, que elaboran. Mujeres que duermen con un ojo, o los dos abiertos, pendientes de una respiración que no es la suya. Que enfermaron e hicieron de su suerte una bandera de coraje para envolver su cabeza y siguen estando. Mujeres poetas. Mujeres que pasan por encima de creencias limitantes y se entregan a la vida vibrante. Que perdieron un buen amor o fueron asoladas por el desamor, y que ya se las ventilan solas. Que mantienen el tipo, que se la juegan, que a veces ganan y a veces no. Mujeres resueltas, lanzadas, decididas a escribir un destino diferente. Mujeres que se desmarcaron hace tiempo y son vanguardia y son inspiración.

Todas construyen. A todas ellas las conozco. Y como reflejada en un cristal de aumento, en todas me miro y por todas siento admiración.

@rociocelisr

cuentasconmipalabra.com