Verso a verso, sin perder el hilo conductor de uno de esos conciertos que florecen con una etiqueta de cita irreistible, Luis Eduardo Aute fue arrebatando partituras a una actuación que tuvo un perímetro antológico. No debe ser sencillo concentrar cinco décadas de creación en poco más de dos horas y media de función. Los primeros 30 minutos del espectáculo se los llevó la proyección de "Vincent y el Giroluna". Como bien pregona el artista en la estrofa de una de sus muchas criaturas musicales: "te doy una canción si abro una puerta y de la sombra sales tú...". Al final dio más de una. "Slowly", "Sin tu latido", "Pasaba por aquí", "Una de dos", "Al alba"...

Aute insinuó que este podría ser el último beso. El tiempo dirá si habrá más veladas como la que anoche congregó en La Orotava a unas 800 personas. El invitado cantó más que habló, pero entre título y título coló algunas reflexiones sobre un viaje que fue premiado por una audiencia que se construyó en base a una mezcolanza generacional que se unió con el pretexto de sentir unas letras que hoy suenan en una voz experta que destaca que los temas no han perdido ni un gramo de su belleza original. "Que tú seas como quien me quiera como nunca me has querido esta noche del adiós". Los que quieran leer entre líneas encontrarán sin demasiado esfuerzo un tono nostálgico, casi definitivo, que poco artistas son capaces de mostrar sobre un escenario.