Desde que el mono es hombre, ha estado fascinado por los palos. Freud diría que es una cuestión del tamaño del pene. Las espadas, al fin, son palos afilados que se introducen en los semejantes. Sólo que sirven para matar, mientras que el pene -si el tipo no tiene los sesos de un mosquito- es un instrumento de diversión.

Desde las cuevas de Altamira hasta nuestros días, la historia del hombre está llena de alegorías fálicas. Porque eso son las lanzas, los menhires plantados en los suelos como vergas de piedra, o las catedrales, torres y rascacielos que se levantan desafiando las alturas. Era lógico, por lo tanto, que el mono se quedara enamorado de ese palo que sirve para sacarse fotografías a uno mismo: el palo del "selfie".

El "selfie" es a la fotografía como la masturbación al sexo. Una sociedad narcisista como la nuestra tenía que derivar forzosamente en el éxtasis por uno mismo. Las redes sociales se han convertido en un escaparate en el que las personas exponen su vida a través de las autofotos. Te levantas y te sacas una foto. Te duchas y otra. Y luego otra en la guagua. Y otra más en el curro. Y luego comiendo... Puedes ir siguiendo la vida de la gente a través de fotografías en las que se retrata a sí mismo con el brazo extendido. Si el "selfie" hubiese existido en la antigüedad, la imagen que tendríamos de la última cena serían los pelos de la barba de Jesús con migas de pan.

Pero la peña cayó en la cuenta de que hacía falta un poco más de perspectiva. Y para alejar la cámara de uno mismo se inventó ese palo telescópico dotado al final de un sistema de anclaje. ¿Un palo que crece y aumenta su tamaño? Vale, no quiero volver a Freud, pero reconozcan que se lo ponen a uno a huevo. Sobre todo porque la finalidad del palo es claramente onanista. Las fotos de los viajes de Carlos ya no son de Silvia con el Gran Canal de fondo, Silvia en una góndola y Silvia en la Gran Plaza. Son de los caretos de Carlos y Silvia con un trocito de Venecia asomando por una esquina.

Al tipo más seguro de sí mismo se le puede arrugar el alma de forma irremediable si una mujer le mira el palo de "selfie" y le dice, con cara mustia, que lo encuentra demasiado pequeño. Ese temor atávico del macho justifica que el palo de sacar fotos sea extensible. Las mujeres, en cambio, seguirán usando la mano -para sacarse fotos con el teléfono- porque son eminentemente prácticas; lo que les importa es que las cosas funcionen.

El palo de "selfie" es, pues, una de esas tonterías contemporáneas, de vida explosiva pero previsiblemente corta. Dentro de poco la adoración a uno mismo inventará otras maneras igual de estúpidas pero más eficaces de exponer nuestras vidas a los demás. Y a otra cosa mariposa. A otro palo, quise decir.