Algunos párrafos de un artículo aparecido recientemente en un digital de Las Palmas, original del educador Eduardo Jordá, nos llaman poderosamente la atención, ya que se trata de un tema que desde tiempo inmemorial nos viene preocupando por tratarse de algo íntimamente relacionado con la actividad profesional del turismo.

Hace bastantes años, en el programa de los estudios turísticos en España, teníamos incorporadas las asignaturas de Religión y de Política. Ni que decir tiene que los mismos estaban encaminados a las directrices marcadas por el régimen político que nos dominaba.

En este acontecer nos percatamos del interés y la necesidad evidente de que nuestros alumnos conociesen -aunque fuese superficialmente- las distintas historias que, tanto en las religiones como en la política mundial, les pudiesen ser necesarias para desempeñar con éxito profesional sus labores directivas en la gestión turística.

Convencimos a nuestros profesores en Tenerife, hoy tristemente fallecidos, los reverendos padre Adán y Santiago Hernández (Religión) y José Manuel Pérez Borges (Política), de la necesidad de que un profesional de turismo tuviese los conocimientos necesarios de los distintos elementos culturales y sociales que los viajeros del mundo poseían y profesaban. Hicimos los arreglos necesarios en los programas, naturalmente a espaldas de la legislación establecida. Sabio instructor y director de toda esta trayectoria, y totalmente introducido en su filosofía, fue durante muchos años el catedrático Leoncio Afonso Pérez, a quien recordamos con nuestro más profundo cariño y reconocimiento, en toda una brillante labor educativa no solo en Canarias, sino en los distintos países de nuestra América, donde nos acompañó con sus sabias y documentadas lecciones.

Viene todo esto a cuento porque encontramos memorables párrafos en este artículo que mencionamos al comienzo de estas líneas, con el que no es que estemos de acuerdo, sino que lo suscribimos en todo su contenido.

"Una vez, no sé a cuento de qué, les pregunté a mis alumnos americanos si conocían la historia del Diluvio Universal. Todos contestaron que sí. Después les pregunté si sabían quién era Noé, el constructor del arca. También me contestaron que sí, y algunos hasta me dieron explicaciones muy divertidas sobre el patriarca bíblico ("la Biblia dice que Noé llegó a vivir 950 años, y eso que le gustaba mucho el vino y se emborrachaba a menudo. Procuraré seguir su ejemplo por el bien de mi salud", me dijo un chico de New Jersey que estudiaba Economía). Esos alumnos venían de lugares muy distintos -Carolina del Sur, Arkansas, Colorado, Manhattan- y habían estudiado en centros de todo tipo -públicos, privados, laicos, cristianos, judíos-, pero todos demostraron conocer muy bien la Biblia y todas las historias y personajes que conforman uno de los mayores tesoros de la cultura universal. Pero si se hiciera esa misma pregunta a universitarios españoles, habría un porcentaje muy alto que no tendría ni idea del Diluvio ni de Noé. De hecho, les pregunté una vez a unos estudiantes de Derecho si habían leído el mito evangélico de los Reyes Magos y me contestaron que no. Y lo único que sabían de los Reyes Magos era lo que habían oído en la televisión o les habían contado sus amigos y familiares. Es decir, que todo lo que sabían se reducía a la parte anecdótica y comercial de la cabalgata de Reyes y los regalos para los niños. Y nada más".

Nada más real y verdadero que lo que aquí expresa este documentado comentarista, sobre lo cual tenemos las más amplias anécdotas a través de nuestra dilatada experiencia profesional.

"Hay gente que pensará que ese desconocimiento de todo lo que se refiera a la Biblia y a la tradición cristiana es un gran logro de nuestro sistema educativo, pero cualquier persona con dos dedos de frente sabrá que es una catástrofe. Ni Dante ni Rembrandt ni Miguel Ángel se pueden entender si uno no conoce bastante bien las enseñanzas bíblicas. Y no me refiero, y que quede claro, a la enseñanza obligatoria de la doctrina religiosa en los colegios como simple adoctrinamiento moral. Para nada. Me refiero a que cualquier estudiante mínimamente preparado debería cursar una asignatura de Historia de las Religiones. Y lo mismo que se debería enseñar la historia de la religión cristiana, también se deberían enseñar la judía y la musulmana y la budista. E insisto una vez más en que esa enseñanza se debería hacer de forma razonada, o incluso crítica, y sin hacer proselitismo alguno a los estudiantes. El mito de Adán y Eva, la torre de Babel, el Diluvio, la peregrinación de Mahoma a La Meca, la reencarnación de las almas o el Talmud: todos estos mitos religiosos deberían resultar familiares para cualquier alumno medio."

Más claro no canta un gallo.

Para un profesional del turismo, desconocer las realidades políticas del mundo o el gran problema de sus religiones es una laguna imposible de llenar, ya que son la parte más importante de la actividad cívico-social que le toca desarrollar, en la cual su habilidad y su diplomacia juegan un importantísimo papel. De ahí que tenga un papel determinante para su proyección profesional la amplitud de su cultura; por supuesto, por lo que hoy tenemos: la historia de las religiones y, por qué no, de la política mundial.

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo