Los atentados perpetrados a última hora del viernes en París, en los que perdieron la vida más de 120 personas y resultaron heridas cerca de doscientas, vuelven a poner de manifiesto la crueldad del terrorismo, que aprovecha cualquier mínimo resquicio para intentar amedrentar a un país; en este caso Francia, en otras ocasiones la propia España. Ante una barbarie de este calibre, lo importante es la unidad, tanto en el dolor que provoca este tipo de acontecimientos como en la acción, en la que debe imperar, por encima de todo, la ley. Solo de esa forma se podrá contrarrestar el propósito de desequilibrar a un pueblo, a una sociedad, incluso a una cultura, por parte de sus autores, tanto materiales como intelectuales. En este sentido hay que destacar el ejemplo proporcionado por los franceses, que se han unido como una piña, al igual que la respuesta dada por los líderes del resto de las naciones occidentales. Esa es la senda, caminar todos de la mano y sin buscar atajos. A ello habría que agregar el diálogo. Lo ocurrido no tiene ninguna justificación, ninguna, pero sí debe llevar a revisar la política que desde Occidente se está aplicando en Oriente Medio, foco de conflictos permanentes.

El presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, está empeñado en acabar con las colas en la autopista del Norte de la Isla y, visto lo visto hasta ahora, no va a escatimar esfuerzos hasta conseguirlo. Hay que recordar la promesa que hizo, tras finalizar el verano y comenzar los primeros atascos en dicha vía, de que en este mandato pondría fin al problema. De momento hay que reconocerle que, junto al compromiso, se ha puesto manos a la obra y esta semana, además de anunciar una sustancial rebaja en la tarifa de las guaguas que unen la zona Norte de Tenerife con el área metropolitana, para animar a los usuarios de vehículo privado a utilizar el transporte público, también ha dado a conocer un informe en el que se recoge una batería de medidas a corto, medio y largo plazo que tienen como objetivo lograr un tráfico más fluido. El tiempo dirá si logra o no su propósito; ahora bien, hay que destacar su voluntad en dar una solución a un asunto que trae de cabeza todos los días a miles de tinerfeños.

El mal llamado mamotreto de la playa de Las Teresitas -se trata de un edificio que al final iría soterrado, destinado a albergar un conjunto de servicios- regresó estos días a las primeras páginas de los periódicos, en esta ocasión por una providencia que obliga al Ayuntamiento de Santa Cruz a cumplir la sentencia que, en su día, dictó la Justicia para que se tirara una parte y se buscara una solución legal a la otra, si no se quería que llevara el mismo camino. Lo cierto es que el citado inmueble, cuya construcción costó casi siete millones de euros, a los que hay que sumar otros dos en concepto de vigilancia desde que se levantó, es la demostración más clara de inoperancia política por parte de dos administraciones, que en lugar de buscar una solución para no tener que tirar tanto dinero a la basura, han preferido mantener una confrontación difícil de entender y ajena a lo que habitualmente se conoce como sentido común.