¿Que dónde se encuentra la belleza? "Existe belleza en la amabilidad, en la delicadeza, en la compasión, en el agradecimiento". Estos trazos los he extraído de la autora contemporánea Catherine L''Ecuyer, de su libro "Educar en el asombro". Y sirven para dar relieve a la dimensión interior y espiritual de la belleza, por encima del adorno externo y de su bisutería acompañante, tan encumbrados en el tiempo presente.

En el libro citado, también se recoge esta reflexión de Alejandro Jodorowski: "Vivimos en una realidad donde abundan los prodigios, pero son vistos solamente por quienes han desarrollado su percepción. Sin esa sensibilidad todo se hace banal, al acontecimiento maravilloso se le llama casualidad, se avanza por este mundo sin esa llave que es la gratitud". Y esto sirve para subrayar la necesidad de formarnos -y educar- en la sensibilidad para lo bello, pues sin ese trabajo interior somos como viajeros nocturnos y despistados.

Pero para conservar la fragancia de la belleza hay que combatir a su peor enemigo en la vida corriente: la vulgaridad. Ortega y Gasset expuso ya en 1929, en "La rebelión de las masas", algunas de las profundas carencias que acompañan a la banalidad del hombre-masa: "De puro mostrarse abiertos mundo y vida al hombre mediocre, se le ha cerrado a este el alma". De nuevo, lo vulgar se asocia con una superficialidad externa que impide disfrutar de las hondas alegrías escondidas que llenan de riqueza la vida, sencillamente porque se vive "una existencia centrífuga y penúltima", como diagnosticaba Zubiri.

Quien ha expuesto mejor el tema de las vulgaridades es el filósofo actual Javier Gomá, pues, además de impulsar su reforma, la libera del resabio aristocrático y despectivo con que Ortega trata la cuestión. Este autor atisba que la vulgaridad es hija de la igualdad democrática y, en consecuencia, para combatirla se necesita ofrecer un ideal que potencie la comprensión de sus efectos dañinos y que dé la mano a quien quiera reformarse. Así podrá ocurrir que el hombre de hoy acepte "reformar su vulgaridad de origen y asuma las consecuencias morales de su urbanización, pues conlleva inhibir sus instintos, aplazar la gratificación inmediata de sus deseos".

Con su proyecto de "Ejemplaridad pública", este pensador aspira a constituir un "programa de reforma de la vulgaridad". Considera que ante ella se pueden seguir tres opciones intelectuales: un rechazo negativo, tras el que se anhelan unos tiempos pretéritos falsamente idealizados; un acostumbramiento resignado, que le parece igualmente nocivo por esconder cierta cobardía moral ante lo que es tan frecuente; y, por último, una positiva transformación de lo vulgar, para la que ofrece su propuesta de ejemplaridad.

Para ese mismo logro, Gomá postula la recuperación de lo sublime: "Una de las cosas que más me preocupan en la cultura occidental es dónde ubica a lo sublime. No tiene un fácil emplazamiento en este mundo. Vivimos en un mundo donde está cuestionada la posibilidad misma de lo sublime". Y esto es apuntar a lo bello, pues la carencia de belleza interior se manifiesta en la vulgaridad exterior.

Para impregnar el alma de esa felicidad que contagia la belleza se necesita una constante inquietud para aumentar nuestra formación; también, una decidida determinación para contribuir con nuestra ejemplaridad a la construcción de una sociedad democrática y llena de valores; y, por último, aspirar a la excelencia moral. Y eso significa lucha, como bien refleja Fiodor Dostoyevski en las palabras de Dimitri Karamazov a su hermano Aliocha: "La belleza es una cosa terrible. Por ella pelean Dios y Satanás, y el campo de batalla es mi corazón".

En resumen, si la belleza habita en tu interior, la ejemplaridad será su feliz consecuencia, como expone el poema de Rilke: "Da tu belleza siempre, / sin palabras ni cálculos. / Calla. Ella hablará por ti: dirá yo existo. / Y en miles de maneras distintas / acabará por fin llegando a todos".

@ivanciusL