Tictac, tictac... No sé qué hora es pero todo está muy oscuro, ¡negro!, sin nada de luz a la vista. El despertador chato que me traje de casa de mi madre, ahora sí que lo estoy sufriendo, es un auténtico coñazo. Esta vez he vuelto a la realidad de los desvelados gracias a ese aparato feo y basto: ruidoso. Me lo tengo merecido. Lo cierto es que la culpa está repartida. Antes de que todo esto ocurriera, yo tuve la genial idea de dejar abierto el cajón donde el reloj se hospeda. Ha sido un fallo garrafal, pero ya no puedo hacer nada. Los ojos los tengo despiertos y los párpados están más recogidos que las persianas que jamás puse en el piso. Me toca estar como si fuera de día, aunque tumbado en la cama. No oigo nada, no veo nada, pero tengo ganas de mear y no sé dónde coño aparqué las cholas. El parqué está helado y me cago en la madre que... Esto me pasa por haber aceptado la última cerveza.

Tictac, tictac...

Otra vez a la posición horizontal, de vuelta. No me he atrevido a mirar el reloj silencioso, tembloroso por si veo lo que menos me merezco: que el aparato digital esté cerca de las fatídicas siete. Me aterra pensar en esa realidad próxima. No se ve nada pero yo me tapo los ojos. Tropiezo, me vuelvo a cargar en la madre que... y aterrizo sobre las sábanas revueltas, enrolladas. De nuevo me hallo encima del colchón: petudo, en línea curva, hecho una piltrafa. Me veo mal, solo una forma de decirlo, pues la verdad es que sigo como si estuviera en un cuarto oscuro, sin observar nada de nada. Lo que ahora mismo marca el reloj lo podría ver, que es digital, pero prefiero padecer otra tortícolis. Los minutos pasan lentos. Ahora sí siento algo. No es el canto de un gol, tampoco los gritos de jóvenes en rebeldía, mucho menos el abrirse paso de una ambulancia. Lo pillo, que de pronto agudizo el oído. Es una guagua de Titsa, la primera del día dentro de la noche, la del estreno, y lo dejamos ahí. Estoy fatal y el reloj bueno me va a poner de muy mala leche. He descansado menos que nada. Muy harto de esta forma tan inútil y oscura de pasar el día, la noche, el tiempo de descanso, la madrugada... ¡Al carajo todo!

Tictac, tictac...

No sé por qué pero tengo la sensación de que el "big bang" está a punto de llegar. Estoy constreñido mientras espero el fatídico estallido, el primero, todos con sonido de radio de fondo. No quiero pero ello no impedirá que se produzca el desenlace y me fastidie la vida, la noche, el descanso... Pese a que sé que es cuestión de minutos o incluso segundos, no pierdo la esperanza en que el aterrizaje mañanero de este martes sea algo diferente: con menos noticias del absurdo, con menos informaciones que parecen bañadas por la misma sangre, con menos opiniones insostenibles e imbéciles y con menos intentos de aprovechamiento de la actual coyuntura, otra con huella de fracaso de la humanidad. ¿¡Pero es que no piensa sonar!? Miro, que no aguanto más; me levanto y doy un golpe certero. Esta vez no quiero escucharlo, no tiene sentido, estoy harto. Voy de nuevo al baño e intento relajarme. Empiezo el día en la noche más pura. ¡Maldita cerveza de última hora!

Tictac, tictac...

Lo menos que ahora me importa es el paso del tiempo. Estoy arriba, en alto, dispuesto a comerme el mundo. Los ruidos ni me irritan. Soy así de guay y de chulo. Pero, con tanta agitación antes de llegar al sosiego, se me olvida que el despertador digital, el que avisa con la radio, es automático y rechista cada poco tiempo... Vuelve, me cabreo a lo lejos y entonces pienso lo bendito que es el despertador que me traje de casa de mi madre.

...y tictac, tictac.

Salgo del baño y cada vez escucho mejor la radio. Alguien habla, da igual si es mujer u hombre, pero la someten con razón a un duro interrogatorio. Descubro que se trata de un cargo público que a esas horas trata de defender la decisión estratégica de trasladar a los medios una amplia e interesantísima información sobre el curso que han preparado para formar a la Policía Local en la lucha antiyihadista. Me vuelvo a cagar en la madre que me... Doy un portazo de salida.

Esta vez desayuno donde Andrés, que no sabe de ondas radiofónicas. Así no asumo riesgos de estamparme contra tanta estulticia. Empiezo el día. ¡Pletórico!

@gromandelgadog