Un viaje musical al tiempo de la Belle Époque, un "divertimento" por el París más "chic", el de los alegres años veinte. Esa es la propuesta que ha programado el conjunto Quantum Ensemble, una manera de homenajear a los compositores que dieron origen al colectivo conocido como Les Nouveux Jeunes, además de reivindicar al espíritu irreductible de la capital francesa.

Acaso sea cosa de la particular historia, que cíclicamente repite guiños. En 1917, cuando muchos teatros y salas permanecían cerrados en plena Primera Guerra Mundial, en el estudio del pintor Émile Lejeune, de cuyas paredes colgaban lienzos de Picasso, Matisse, Léger o Modigliani, entre otros, resonaba la música de Honegger, Auric, Durey y Erik Satie, el "padre" de quienes hoy se vuelven a "reunir" en el Auditorio, tomados de la mano por las interpretaciones de David Ballesteros (violín), Cristo Barrios (clarinete) y Gustavo Díaz-Jerez (piano).

"Se trata de un programa extremadamente alegre y positivo, muy ligero: un divertimento", explica el clarinetista, que advierte a quienes asistan hoy al concierto que "van a disfrutar de un recorrido emocional" y, a buen seguro, van a llevarse de vuelta a casa un caudal de gratas sensaciones, sin más intención que la del puro goce.

Desde un estilo que propone "romper" con la ortodoxia que marca el compás de la rígida etiqueta, del "corsé" del estilo más tradicional, Quantum Ensemble sostiene la "clave" de que la "partitura" de cada audición debe representar un argumento diferente y cambiante respecto al programa que ha sonado anteriormente.

De ahí que desde su pasada "Primavera rusa", bajo la "batuta" de los maestros Rimsky-Korsakov y Stravinsky, las melodías de este grupo pongan ahora rumbo a los antípodas, como reconoce Cristo Barrios. Pero, además, la propuesta también incorpora una puesta en escena innovadora, con el acompañamiento del factor visual, como el de las proyecciones, pero sin llegar a "desafinar", y ese "trajín en escena con la alternancia de un solo, al formato del dúo o el trío", un reparto de roles y personalidades, señala Barrios. Y también está presente la "propina", la posibilidad de mantener un diálogo abierto en el "hall" del Auditorio entre los artistas y el público, un contacto que ha ido adquiriendo con el paso de los "tempos" un ritmo propio que propicia la conexión y la complicidad.

La pieza que más destaca de cuantas componen el programa que se ofrece esta noche es, sin duda, "L''Invitation au Chateau" (La invitación al castillo), obra de Francisc Poulenc, compuesta para violín, clarinete y piano, que aúna a los tres intérpretes sobre el escenario. "La partitura resultó difícil conseguirla. Hubo que alquilarla, porque no fue posible comprarla", precisa Cristo Barrios.

Lo cierto es que a ritmo de valses, tempo de tarantela, apasionado tango y polkas, el espíritu de ese París alegre y bullanguero, fresco y vital volverá a sonar sobre el escenario.

PROGRAMA

Louis Durey (1888-1979)

"Nocturno op. 40 para piano"

Georges Auric (1899-1983)

"Imaginées III" para clarinete y

piano"

Germaine Tailefferre (1892-1983)

"Arabesca" para clarinete y piano

Arthur Honegger (1892-1955)

"Sonatina" para clarinete y piano

Darius Milhaud (1892-1974)

"Suite para violín, clarinete y

piano op. 157 b"

Erik Satie (1866-1925)

"Gymnopédies" para piano

Francis Poulenc (1899-1963)

"Sonata para clarinete y piano"

"L''Invitation au Château" para

violín, clarinete y piano, con la

dramatización a cargo de Belinda

Sánchez, que se encargará de

declamar partes del texto.