Disfrutaba de lo lindo y con buena compañía, hace escasos días, con un almuerzo excelente en un espacio culinario de La Laguna que fue siempre icono de sabrosa cocina tradicional y que en la actualidad, con otros mimbres, continúa dando satisfacciones con un recetario rico y esmerado.

La misma enunciación de los platos y la seriedad de las propuestas coquinarias nos depararon un rato de lo más agradable y así parecía desprenderse de la atmósfera entre los comensales de uno de los comedores del restaurante.

El rato discurría de lo más agradable, con acertada secuencia de especialidades en nuestra mesa de preparaciones y producto impecable -así parecía transmitirse en el resto de comensales-, cuando advertimos que una pareja se levantaba ya de la mesa y transmitía su disgusto a uno de los profesionales de sala por el precio de lo consumido.

Evidentemente, mi curiosidad en estos casos se acentúa cuando de situaciones que se derivan de la restauración -de la gastronomía en general- se trata y advertí que una de las personas transmitía su disgusto por el coste de un almuerzo que les había parecido demasiado caro, tratándose de lo que habían consumido.

Eso sí, de forma educada pero contundente, dicho cliente enumeraba los platos, la cuarta de vino, señalaba las tazas del café y volvía a protestar con buena educación por el alto precio que, a su entender, estaban desembolsando por el ratito de mesa y mantel al que me refería antes.

La atención por parte de la camarera fue exquisita y también las explicaciones pertinentes muy claras, más aún cuando en la carta los precios estaban perfectamente especificados y, realmente, bastante afinados en cantidad-calidad, en un lugar remozado con estupendo gusto.

En definitiva, el referido cliente llamaba la atención sobre el hecho de que entre "lo comido por lo servido", la cuenta no correspondía con lo que él "recordaba" de aquel sitio emblemático de Aguere, mientras que el trato educado en sala persistió en todo instante.

Me pareció, desde luego, una de esas situaciones aleccionadoras sobre lo que son algunos de los fundamentos de la evolución en la restauración de Canarias y Tenerife, en general, y de la Ciudad de los Adelantados, en particular. La pareja, visiblemente molesta, no parecía asimilar bien lo que recordaban de otras épocas y por parte del personal del restaurante se dejó patente el oficio y la delicadeza al tratar la situación.

Estimo que un ejemplo como este deja patente la diversidad de situaciones que en la actualidad se pueden producir en el ámbito gastronómico y que cualquiera de nosotros mismos podemos vernos inmersos en alguna de esas caras (a modo de cubo de Rubik), tanto la de la insatisfacción comparativa de "golpe pronto" -añoramos anteriores modelos considerándolos más cercanos-, como la de apreciar esas garbanzas o una pata asada impecables pero interpretadas de maneras más actualizadas por cocineros interesados en salvaguardar la esencia de la receta original pero experimentar con formatos de nuevo cuño.

En cualquiera de los casos, la evolución tremenda de la gastronomía ha de ser bien entendida, tanto como la libertad a la hora tanto de elegir como de aceptar o no las propuestas de los restauradores.

No me quería despedir sin transmitirles mis inmejorables sensaciones del recién presentado Club Gastronómico de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, del que tengo el honor de formar parte, que promete mucho y bueno en pro del estímulo y de la formación de los ámbitos profesionales de la gastronomía. ¡Enhorabuena a los promotores!