Canarias es un sitio pequeño. Y la gente tiene el derecho y la obligación de ganarse la vida. Cuando se abandona la política, si uno no es funcionario hay que volver al curro, y lo normal es que uno lo haga en una empresa relacionada con lo que uno sabe hacer. Si uno ha trabajado toda la vida en Industria, es lógico que, después de dejar la consejería de Industria, acabe uno volviendo al sector. Por eso las leyes deben ser tolerantes y adaptarse a la lógica de lo que es razonable.

En Canarias no existe una ley de incompatibilidades de ex altos cargos, ningún gobierno ha querido hacerla. Lo que sí es de aplicación es la incompatibilidad formal entre haber realizado actuaciones concretas que favorezcan a una concreta empresa, y acabar aterrizando en ella después de dejar el Gobierno. Es el caso de Paulino Rivero y el Club Deportivo Tenerife: antes de dejar el Gobierno, el presidente firmó un acuerdo del departamento de Turismo, del que era responsable, con el CD Tenerife, por unos millones de euros. Si ahora se convirtiera en presidente del Tenerife, estaría disponiendo de los recursos concretos que él mismo decidió incorporar al Tenerife. Por eso parece que el asunto de que sea o no presidente del Tete está en veremos, porque el Tenerife tendría necesariamente que devolver el patrocinio que firmó con Rivero. Lo mismo ocurriría si Willy García, por ejemplo, después de soltarle un montón de millones a una productora de televisión, pues decidiera incorporarse a esa productora. No sería de recibo, digo yo.

Aunque Canarias es un sitio muy pequeño y la gente tiene que poder ganarse la vida: Martín Marrero y Jaime Pérez Llombet, que fueron viceconsejero de comunicación y director general de relaciones informativas, respectivamente, se buscaron un trabajo como periodistas. Porque eso es lo que son -periodistas- y es legítimo que vuelvan a trabajar en lo que saben hacer cuando dejan el Gobierno, siempre que no acaben instalados en un grupo o una empresa que resultó favorecida con contratos, concesiones o licencias gubernamentales en las que ellos tuvieran algo que ver. El exviceconsejero de Turismo Ricardo Fernández de la Puente, después de unos meses sin trabajo, se ha incorporado a la división de alojamientos de un potente grupo turístico internacional, We are Hotels & More, que prepara su expansión en mercados nacionales e internacionales. Hay quien ha criticado su decisión, pero hay que entender que De la Puente siempre ha estado en el sector y que ahora no va a ganarse la vida metiéndose a cura o dando clases particulares de contabilidad. Es de sentido común que vuelva a trabajar en Turismo. Pero también lo es que los medios vigilen que el grupo al que se incorpora no haya sido favorecido por sus decisiones cuando era responsable de la viceconsejería.

Y eso vale igual para Paulino Rivero, para Ricardo de la Puente, y también para Willy García, Martín Marrero, Jaime Pérez Llombet y tantísimos otros. No es razonable que solo los funcionarios puedan dedicarse a la política y volver luego a sus trabajos. Porque hay que trabajar para vivir. Aunque una cosa es trabajar y otra muy distinta ser recompensado por el trabajo que hizo en el Gobierno a favor de alguien. Eso sí que son puertas giratorias.