Entre el Luis XIV del "L''Etat c''est moi" y el presidente Clavijo hay sin duda algunas diferencias, y no sólo por la peluca. Pero ayer, después de haber explicado el martes en el Parlamento de qué va lo del Plan de Desarrollo ese que el Gobierno va a poner en marcha con los 160 millones condonados por el ITE, Clavijo cogió confianza y lo dejó claro: en última instancia, el plan es él, lo va a controlar él, lo va a decidir él y lo va a ejecutar él. O sea, el Gobierno.

A mí no me parece mal: los fondos del ITE son de Canarias y es el Gobierno quien debe gastarlos. En 2009, cuando Zapatero condonó a esta región el primer 50 por ciento del ITE con bastante menos alharaca de lo que se ha hecho ahora, se decidió repartir ese dinero -que también era Gobierno de Canarias- aplicando los criterios que se aplican para el reparto de los fondos REF: 48 por ciento para Canarias y 52 por ciento para cabildos y ayuntamientos. Quizá por eso creía el grancanario Antonio Morales que con esta segunda parte pasaría lo mismo. Habría sido más coherente, pero Clavijo ha decidido que los cuartos los gasta él, aunque seguirá consumiendo su reserva de "buen rollito" en reuniones con cabildos, ayuntamientos y lo que toque. Ha decidido también en qué epígrafes se gastan los cuartos: en grandes líneas, de los 160 millones del ITE, irán un máximo de ocho a crear talento (en eso que llaman I+D+i), unos 20 a políticas activas de empleo (parados de larga duración, familias con todos sus miembros en paro...) y el resto a inversiones en transportes, infraestructuras turísticas, obras hidráulicas, viveros de empresa y zonas comerciales abiertas... en fin, manga ancha para meter casi cualquier proyecto.

Pero lo mejor de todo es que Clavijo hasta ha decidido el impacto que inyectar todo ese dinero a la economía de las Islas va a tener en el PIB canario. Y ahí es dónde creo yo que le patina el optimismo: los economistas que trabajan para el Gobierno han calculado que los 160 millones supondrán en el corto plazo un aumento del PIB del 0,7 por ciento, que subirá hasta el uno por ciento pasados unos años. Es decir, que el plan de Clavijo supondrá un aumento del PIB en 290 millones, más el retorno en impuestos del 60 por ciento de lo invertido.

Me parece muy bien que los jóvenes sean positivos y crean que pueden cambiar el mundo, yo también lo creía hasta que descubrí una mañana que era el mundo el que me había cambiado a mí. Pero Clavijo es tan joven que cree que con 160 millones bien gastados y controlados va a regalarle a la economía regional un incremento directo del PIB similar al que se consigue históricamente con las ayudas europeas, que son una pasta gansa. Yo no soy economista y no voy a llevarle la contraria, sólo soy un periodista que apenas maneja las cuatro reglas, hace mal la raíz cuadrada y se ha olvidado de la prueba del nueve. Pero estos cálculos de Clavijo no es que sean propios de la economía financiera o de casino o de alto riesgo. Es que son pura alquimia de la voluntad y del deseo. Por lo menos -y lo digo en favor de Clavijo y de su plan- no nos ha prometido resolver el paro y crear miles de puestos de trabajo. Eso está bien. Porque una cosa es engañarse a uno mismo con la historia de la lechera y otra venderle un cuento chino a decenas de miles de personas desesperadas.