No le importa apropiarse de una frase que el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams (1911-1983) incluyó entre las páginas de "Un tranvía llamado deseo" para asegurar que él siempre ha confiado en la bondad de los desconocidos. "Así me ha ido a mí y, sobre todo, así le fue a ella (Vivien Leigh), que al final se la tuvieron que llevar a un manicomio. "Esa frase, en algunos momentos, puede definir muy bien mi parecer sobre este mundo", precisó el actor riojano ayer antes de participar en el ciclo de debate "La condición humana" que la Fundación CajaCanarias organizó en Santa Cruz de La Palma.

¿En plena promoción de "Truman" -película que protagoniza junto a Ricardo Darín- hay tiempo para revisar lo que ha hecho hasta la fecha en su faceta de actor?

A los 48 es pronto para hacer ese tipo de análisis. Eso se deja para cuando caigan los 50... A mí aún me quedan dos añitos.

¿Pero cuando toque realizar ese examen sería capaz de imaginar lo que ha conseguido?

No... Nunca, le prometo que no. A veces me sorprendo por estar hablando con un periodista sobre mi carrera. Eso sí, hay alguna conexión de mi cerebro que me retrotrae a una adolescencia algo tardía que coincide con los años de soledad que pasé en Madrid, justo cuando llegué con una mano delante y otra detrás para hacerme actor. Esos miedos están bastante recientes porque nunca tuve perspectivas de vivir de esto... Sí que pensaba que podía ser actor en el sentido más romántico de ese término, es decir, interpretar papeles en los ratos libre del trabajo que me daba de comer. La vida me ha regalado todo esto a partir de mi esfuerzo y una voluntad inquebrantable... A veces le doy gracias a un dios en el que no creo por conseguir ganarme la vida de esta manera.

En este tiempo, no obstante, usted ha demostrado ser un intérprete camaleónico; tanto por sus cambios físicos como psicológicos. ¿Eso se planifica?

No sé si fue Robert de Niro el que dijo que en la carrera de un actor hay seis o siete personajes, ni uno más, y que él solo había llegado a hacer tres... Al final siempre acabas encontrando a Hamlet o al Tío Vania en muchos de los papeles que te ofrecen. Igual no los llegas a interpretar nunca, pero ellos sí que están en los encargos que aceptas. Siempre hay conflictos suficientes para creer que lo que estás haciendo es un Hamlet, pero en el fondo no hay tantos como los que la gente se imagina. De la misma manera que tampoco existen muchas historias que contar y por eso siempre se repiten... La teoría es simple, pero la riqueza se consigue cuando te enfrentas a diario a una profesión en la que nunca tienes un exceso de experiencia. El día que pienses que ya no puedes aprender más la has cagado. Si eso pasa, lo mejor que puedes hacer es irte a casa.

¿El suspiro, o el por fin, que intuyó la audiencia cuando recibió el Goya (Mejor Interpretación Masculina Protagonista por "Vivir es fácil con los ojos cerrados") tras seis nominaciones fue una liberación; aquel premio le quitó presión?

Sabe lo que pasa... A veces el entorno le da muchísima importancia a cuestiones que para mí no son tan vitales, pero que al final me veo obligado a aceptar. Cuando llevas años en esto hay cuestiones que son más determinantes. Los premios sirven para rellenar una parte de ti que al final se convierte en algo mucho más rentable para un productor que para el premiado.

¿A qué se refiere cuando habla de cuestiones que están por delante de esas "alegrías" colaterales?

Cuando Almodóvar me llamó para que participara en una de sus películas mi madre se preocupó... Habló conmigo para ver qué iba a hacer y quería saberlo todo. Al final le estaba dando más importancia que el hecho de trabajar con un gran director. Yo no le puedo prestar demasiada atención a las personas que sin conocerme se sorprenden porque haga papeles muy distintos. Eso no funciona así. Si hiciera caso a todo lo que dicen de mí perdería los pies del suelo y eso no es bueno. Prefiero guiarme por mis impulsos; ser muy inconsciente me ha ido bien.

¿Por qué el mundo del cine, sobre todo, parece que está enfrentado permanentemente con la clase política?

El arte es muy reivindicativo, es algo muy político y está bastante presente en la vida de las personas... En el teatro, en el cine o en cualquier programa de la televisión más casposa del mundo existe esa intencionalidad. Igual no es una intencionalidad política, pero sí de adormecimiento o adocenamiento... El arte se creó para despertarnos y ponernos un espejo delante de nuestras narices. Otra cosa bien distinta es ese adoctrinamiento ramplón al que suelen recurrir políticos, o incluso periodistas, para ensuciar la imagen de una película, un poema o la letra de una canción.

¿Qué espera añadir al "inventario" que tendrá que hacer dentro de dos años? ¿Qué le ha dado Javier Cámara a este oficio?

Yo al cine o al teatro no le he dado nada; más bien he recibido cosas buenas de ellos. Soy un recibidor. Me encanta ir a trabajar con él ánimo suficiente de que voy a aprender algo. El día que percibo dos veces seguidas la sensación de que estoy perdiendo el tiempo pillo una depresión porque soy un tipo que disfruta cada segundo de este oficio tan complicado.