Aló, Sorayita, soy Mariano y te llamo para que te vayas preparando para defenderme en el próximo debate a cuatro del 7 de diciembre, porque estos chicos nuevos, Albert, Pablo y Pedro, están irrumpiendo con fuerza en el escenario político, y yo me he quedado un poco en los ochenta. De modo que tú, que eres capaz de subirte en globo (a mí eso de volar y los helicópteros me dan mal fario) y danzar en plan discotequero en el Hormiguero, serás la rival adecuada para medirte en igualdad generacional con estos cachorros de la Democracia, que nos están robando índices de credibilidad a marchas forzadas.

-Vale, jefe, pero no vendría mal que, en el caso hipotético de que ganaras en minoría, porque las mentiras llegan al electorado mucho más que los argumentos -que tu niño ha calificado en directo como basura- las vas a pagar con creces en el partido. Así que lo único que te sugiero es que vayas pensando igualmente en el relevo generacional, que si estoy para las verdes me gustaría también estarlo para las maduras. Habrá que recolocar a los dinosaurios en los consejos de administración de las multinacionales o, en su defecto, en presidencias de algún organismo simbólico nacional o internacional, donde se les asigne un sueldo vitalicio en agradecimiento a los esfuerzos realizados con sus dedos índices, votando durante varias legislaturas las órdenes del líder del grupo. En definitiva, te guste o no, tendrás que hacerme caso si quieres que te saque las castañas del fuego. O eso, o vas tú a jugártela contra el Nudista, el Coletas y el Zapaterista...

Dejando a un lado los protocolos y toda la pléyade se asesores -que estos días están estrujándose los sesos para urdir nuevos baños de multitud para sus candidatos- me traslado a nuestro terreno, en donde las candidaturas -gracias al inacabable conflicto interinsular, estimulado desde siempre por el bipartidismo central bajo el lema de "divide y vencerás"- no han reaccionado aún lo suficiente, a la espera de la deriva del inicio de campaña del próximo día 4. Fecha en que se aunará la habitual sonrisa de paz y cordialidad navideña, con la otra de talante electoral; poniendo en riesgo evidente un repentino desajuste en los músculos faciales, por tanta dilatación, y de paso también en los maxilares de mucho triturar las viandas que les ofrecerán durante sus visitas de campaña. Ese y no otro es el escenario habitual de toda cruzada que se precie, aunque yo diría que la diferencia de ahora radica en la desaparición del bipartidismo para trocarse con otro similar de distinta sigla, y dar continuidad al mismo panorama político, pero con distintos actores estelares.

No hay nada inventado, pero sería bueno, diría que inmejorable, que la voz de los canarios -y no me refiero a la cuota de convidados de piedra insulares que representan al bipartidismo nacional- aúne en sus filas los números necesarios para conformar un grupo parlamentario, y retornar a la etapa en que éramos escuchados en los foros nacionales con menos indiferencia que cuando se concurre ahora en solitario y sus señorías se van a tomar un café durante la disertación de la única voz canaria capaz de escucharse: me refiero naturalmente a Ana Oramas, que espero repita escaño, y a Carlos Alonso por Tenerife. A diferencia de Rajoy y su espantada del debate, cuatro diputados serían casi un grupo parlamentario, que se completaría con un quinto, porque no hay quinto malo para Canarias, sino todo lo contrario.