Experta en interculturalidad y migraciones del Cidob (Centro de Estudios Internacionales de Barcelona), Elena Sánchez Montijano participó esta semana en un encuentro sobre los retos de la integración organizado por el Observatorio de la Inmigración de Tenerife (Obiten). Expuso los resultados del programa que dirige -MIPEX- sobre las diferencias en política de extranjería en todo el mundo.

¿Cómo influyó la crisis de los cayucos en la política exterior española y cómo puede usarse en la actualidad por Europa?

Es muy interesante lo que está ocurriendo a nivel europeo. España, y Canarias en concreto, se está tomando, dentro del marco de la Unión, como la buena práctica que Europa debe de seguir para poner en marcha el control de los flujos de refugiados e inmigrantes laborales que están llegando por el Mediterráneo. Lo que se plantea la Comisión Europea, y no paramos de escucharlo entre sus representantes, es que si el acuerdo entre España, Marruecos y Mauritania consiguió frenar en 2006 la entrada de cayucos para el continente, sobre todo para Canarias, tenemos que hacer exactamente lo mismo. Se quiere hacer lo mismo en las otras partes del Mediterráneo y en Grecia.

En el caso de las Islas, se pagó a países emisores para que no salieran los inmigrantes, algo que también puso en duda que se cumplieran esa serie de derechos. ¿Cómo lo aseguramos ahora, en otro contexto?

Turquía es un ejemplo. El fuerte apoyo que le está dando Europa, no solamente por los 3.000 millones que se le acaban de conceder, sino también por la liberalización del visado y replantear el acceso del país a la UE, básicamente está dando alas y fuerzas a Turquía para que sigan concediéndole acuerdos que no tienen otros países. Es una política peligrosa. Ya lo hemos visto con el caso de España, cómo las concesiones hacia Marruecos han hecho que no haya parado de presionar en acuerdos pesqueros, agrícolas... Turquía va a hacer lo mismo, y principalmente los países de origen, que muchas veces reciben más por remesas que por cooperación al desarrollo. En ese escenario, ¿qué interés tienen estos países de que no salgan sus nacionales?

Con los refugiados sirios Europa actuó muy tarde. ¿Por qué, si ahora es más difícil de gestionar?

Los políticos y los medios de comunicación cerraron los ojos. A principios de 2014, Acnur y la Organización Internacional de Migraciones (OIM) ya empezaban a plantear la cuestión. Y desde Lampedusa, Acnur y la OIM ya decían que el 80% de los inmigrantes que estaban llegando eran refugiados.

¿Estábamos demasiado preocupados por nuestra crisis interna?

Europa estaba centrada en la posible salida de Grecia y de Reino Unido. Esto nos explotó en la cara y no debería haber ocurrido, se tenían que haber puesto medidas antes: impulsar los campos de refugiados que ya se estaban construyendo en Turquía, en Jordania y en el Líbano; apoyar a los gobiernos de estos países; y plantear centros de visado de tránsito equiparables al visado humanitario. Pero no hicimos nada. Gran parte de la responsabilidad de lo que pasa es de los estados miembros.

Canarias se ha usado como ejemplo de buenas prácticas, pero ya no existen planes África, se ha recortado su ayuda al desarrollo, las comunidades siguen sin coordinar sus estrategias exteriores con el plan nacional de cooperación... ¿Se hace lo necesario para que no se repita la crisis?

Esto va más allá de nosotros, es una cuestión global... Ahora mismo todas las mafias están en Grecia y Libia.

¿Pero qué ocurrirá si seguimos taponando un lado?

Lo vimos en Canarias, lo hemos visto en Ceuta y Melilla, en Italia. Y últimamente en Grecia, que también se taponó y se desplazó el movimiento a Libia. Luego se cerró en Libia y volvieron a salir por Grecia, más tarde por los Balcanes, y ahora está pasando incluso por Rusia o por los países nórdicos... Los cierres son un poco débiles. ¿Si se está haciendo algo para que esto no siga ocurriendo? Poco. Lo que sí está ocurriendo es que hay países que se están convirtiendo en países de inmigración, como es Marruecos, que durante la época de los cayucos era un país de tránsito, y ahora mucha gente se empieza a quedar.

¿Cómo afecta la combinación de refugiados y Estado Islámico a Schengen y a nuestra percepción de los flujos migratorios?

Ya lo estamos viendo. Un Hollande socialista se está replanteando cosas impensables antes...

¿Están ganando los "Marine Le Pen"?

Sí, hay un contagio absoluto de la extrema derecha. Cuando Le Pen te felicita por tu política hay algo que no estás haciendo bien. Y es lo que le está pasando al Gobierno de Hollande. La semana pasada Valls decía que Europa no puede acoger a más refugiados..

Es ínfima la cifra que ha llegado.

A España solo han llegado doce del proceso de la reubicación, pero es verdad que estamos hablando de un millón de refugiados, pero también de un millón entre 500. No se puede abrir las fronteras y que vengan todos, pero la UE tiene que cumplir con sus obligaciones y garantizar que quienes vengan lo hagan con seguridad y dignidad.

¿Cómo afectan los atentados de París?

Intuyo que lo que ha pasado en París va a cambiar absolutamente todo. Hace un par de semanas hablaba con una periodista y me preguntaba si creía que la crisis de los refugiados iba a cambiar Schengen. Le decía que no. Lo de París puede hacerlo.

Hay un contagio interesado entre refugiado y terrorista.

Los gobiernos tienen que dejar claro que no tiene nada que ver.

En París hemos visto que el problema no está solo fuera de nuestras fronteras, sino dentro.

Por un lado, tenemos que replantearnos si el estado del bienestar está cumpliendo con las expectativas de todos los ciudadanos. Y, por otro, que somos 500 millones de europeos y las estimaciones plantean que 5.000 personas, entre los 500 millones, podrían conformar potenciales células yihadistas dentro de la UE. No es nada, pero hace muchísimo daño. Si vemos el periplo que tiene que sufrir un refugiado, nos damos cuenta de que es mucho más fácil para una persona que está aquí dentro, que tiene sus redes sociales y habla el idioma, perpetrar un atentado que para un refugiado. Eso no quiere decir que ninguno pueda hacerlo, pero no podemos plantear cerrar las puertas por esto. Debemos mejorar la seguridad, pero asumir que después de París que todos los inmigrantes y refugiados son malos... Y da la sensación de que vamos a eso.