Las buenas ideas son el embrión de los beneficios. Y mejor cuando emanan de un grupo competitivo donde el debate no viene sesgado y enarbola la destrucción creativa como un modelo para hacer nuevas políticas económicas cuyos frutos se vayan desgranando entre el hoy y el mañana.

Hay quien critica alegremente a los "lobbys" porque no los entienden. Una práctica demasiado extendida, enraizada en aquellos que no arriesgan en sus propuestas sin que, antes, tengan blindados su rol y su sustento.

El riesgo deben tomarlo los emprendedores y empresarios sin limitación en la pujanza en una fe ciega en la competitividad, y, si bien la política influye mucho, no recuperaremos el empleo con más austeridad y restricción a las inversiones públicas y privadas.

Al fin y al cabo, la austeridad debe ser temporal y debe venir acompañada de un estudio profundo de su implicación en la elección de un gasto productivo o improductivo donde aplicarla.

Los márgenes empresariales van progresando muy despacio, e igual tratamiento está recibiendo el empleo, y no puede ser de otra manera.

Esta crisis debe fortalecernos, tanto al tejido empresarial como al país. Siempre que aprovechemos la dificultades convirtiéndolas en oportunidades, como hemos podido observar en el pacto entre el Gobierno Autónomo, empresarios y sindicatos a la hora de aplicar los nuevos fondos del IGTE, del que surgió un plan de inversiones públicas, políticas de empleo y de innovación, pese a las restricciones iniciales a su buen fin.

Lo bueno de este aprendizaje es que vayamos haciéndolo año a año para comprobar síntomas inequívocos de crecimiento, o tendremos que ser lo suficientemente ágiles para cambiarlos en caso de que los resultados no vayan siendo los adecuados.

Al fin y al cabo, la sociedad canaria no busca solo decisiones, sino aciertos.