Decía Alfonso Guerra, el que fuera poderoso número dos del PSOE de Felipe González, "usted pregunte lo que quiera que yo contestaré lo que me dé la gana". Lo practicaba usualmente. Y es verdad que a veces la mejor manera de contestar algo que es imposible de justificar es hablar de otra cosa.

La campaña del PP en Canarias gira precisamente sobre un oxímoron político: explicar cuatro años en los que se ha desmontado, con meticulosa precisión, la financiación extraordinaria de unas Islas que habían apostado inocentemente por esos fondos graciables para mantener su nivel de gasto público. Y sin duda lo mejor para explicarlo es no hablar de esos cuatro años en los que el Gobierno central ha disparado a quemarropa contra uno de los territorios más pobres y deprimidos del Estado.

Como el discurso político del PP descansa sobre la probada inteligencia del ministro José Manuel Soria, se ha vertebrado sobre una astuta confesión de parte. Un arranque de sinceridad que hace que el relato posterior resulte de lo más creíble. Soria no duda en reconocer los grandes errores que ha cometido el Gobierno. Uno: dijeron que iban a bajar los impuestos y los subieron. Dos: no han sabido "tratar" los escándalos de corrupción. Y tres: no han tenido una buena política de comunicación y de cercanía con la gente. Impecable análisis con la sola excepción de que Canarias no aparece por ningún parte.

En su discurso, el PP heredó -sin saberlo previamente- un país en ruina, unas cuentas públicas quebradas y un Estado en situación de extremaunción. De haber sido intervenidos por la Unión Europea -rescatados- las consecuencias hubiesen sido dramáticas. Se habrían producido miles de despidos de empleados públicos, el IVA se habría disparado hasta un 23%, se habrían recortado las pensiones y los salarios, habrían llovido ranas y los ríos se habrían llenado de sangre. Bueno, estas dos últimas plagas tal vez sean un poco exageradas. Pero muy poco. El gran mérito de Rajoy -dice Soria- es haber evitado el rescate de España aunque para ello tuviese que adoptar medidas extraordinarias que contradijeron su programa electoral. Porque antes de la coherencia política estaba el interés superior de salvar España.

En realidad no le falta razón. Quitando lo de las ranas. Pero los ríos de sangre sí que han salido de los bolsillos de tres millones de ciudadanos, pequeñas y medianas empresas y autónomos a los que la Hacienda pública les ha sacado hasta el polvo del fondillo de los pantalones. El Gobierno ha salvado a España, aunque casi se ha cargado a los españoles, entendidos como clase media. Igual no quedaba otra, pero escuece. Se han hecho reformas, como flexibilizar el mercado laboral eliminando la protección del empleo privado. Pero se han cuidado mucho de endurecer las condiciones de los tres millones de votantes, perdón, de empleados públicos, y no se ha tocado la grasa de la oronda burocracia central, que ha sobrevivido con sus michelines y privilegios a lo más crudo del crudo invierno.

Se ha controlado -de aquella manera- el déficit público, bajando la asombrosa cifra de cinco puntos, hasta el 5,83% del PIB en 2014, pero seguimos gastando más de lo que ingresamos, ingresando menos de lo que debemos y gastando menos en servicios públicos que la media de los europeos. No es un trabalenguas, aunque lo parezca. Y nos ha llevado a una deuda pública que está rozando el billón de euros -con "B" de asnos-, casi el cien por ciento del PIB de España.

Los líderes del PP tienen razón cuando dicen que España está hoy económicamente mejor que hace cuatro años. Tal vez por eso las previsiones electorales les siguen dando como los más votados. También sería de coña que estuviera peor después de la paliza fiscal que llevamos encima y de los recortes del gasto en servicios públicos. Y de que el barril de petróleo bajara. Y de que el Banco Central Europeo aliviara la financiación de la deuda-país y las malditas primas de riesgo. Pero en el terreno político tenemos el desgarramiento territorial, la quiebra del modelo de Estado, una falsa competitividad basada en la devaluación fiscal y en la baja de los salarios, la congelación profunda de la demanda interna de una sociedad sometida a un sobre esfuerzo fiscal...

El PP no tiene otro discurso posible que el de hacer valer la realidad de esa incipiente recuperación económica de la que justamente se atribuye el mérito. Pero en lo que respecta a las Islas el mejor discurso es pasar de puntillas por cuatro años de un enfrentamiento político donde Madrid se dedicó a darle patadas al Gobierno de nacionalistas y socialistas en el culo de todos los canarios.