La chapuza de Eisi para coger agua desde su piso sin pagar ni un euro originó la rotura de una de las tuberías y el edificio quedó convertido en un auténtico chorro de aguas termales que corría escaleras abajo. Neruda fue el primero en percatarse y nos alertó a todos.

¡Titanic! -gritó, asomándose por el hueco de la escalera, como si con aquella simple palabra pudiéramos descifrar que lo que quería decirnos es que se había roto una tubería, que el edificio se estaba inundando y que, si no salíamos corriendo de allí, íbamos a morir todos ahogados como Di Caprio.

La Padilla se enfadó porque los gritos despertaron bruscamente a Cinco Jotas. El pobre cochino no había pegado ojo en toda la noche, traumatizado con el jamón de Jabugo pata negra que le habían regalado a su dueña y que él estaba casi seguro de que se trataba de un primo suyo.

María Victoria tampoco se dio cuenta de la gravedad de la situación y, al escuchar aquella palabra tan peliculera, pensó que Walter había montado otro casting y salió con aires de diva, avisando que, esta vez, ella sería la protagonista. Solo cuando sintió que sus zapatillas de piel de zorro ártico se llenaban de agua, regresó a su casa.

-Pero ¿qué pasa hoy aquí? -preguntó Carmela, tratando de calmar los gases casi lacrimógenos de las mellizas.

-¡Dios mío! Estamos atrapadas -dijo Úrsula abrazándose a su hermana, que perdió el equilibrio, provocando que las dos cayeron al suelo.

-Señoras, por favor, déjense de tonterías y suban a la azotea -les ordenó Neruda.

Walter temió por las mellizas y fue a buscarlas, pero también tuvo que cargar con Carmela porque, para aplacar el llanto de las niñas, la mujer se las había enganchado cada una a un pecho.

-Que alguien avise a Eisi para que nos ayude a salvar a las mujeres -gritó Walter sin aliento, y en ese momento María Victoria pidió auxilio.

-Socorro, que alguien me ayude -gritó mientras arrastraba tres maletas.

-Pero ¿qué hace? Suba a la azotea ya -insistió Neruda.

-No voy a dejar que mis modelitos se mojen -se enfadó.

Asustado por los gritos, Eisi salió de su piso y, al ver aquel desastre, no pensó que todo había sido por su culpa.

-Ños, mano, chiquito parque acuático -exclamó, y, aunque le entraron ganas de ir a buscar el bañador, se contuvo.

Hasta ese momento nadie se había acordado de doña Monsi, pero es que, desde que fue elegida para encarnar a la Virgen en el portal viviente del edificio, no sale de casa y se pasa las tardes viendo "Jesucristo Superstar".

-Tiene que salir o morirá ahogada -le advirtió Neruda, golpeando su puerta.

-Qué más da morir si mi hijo lo hizo por toda la humanidad -contestó ella, metida de lleno en el papel de María.

-Esa mujer es imbécil -comentó Úrsula.

Sabiendo que le traería consecuencias, Neruda forzó la puerta, le dio un golpe seco a la presidenta y la cargó a hombros.

Otro de los momentos críticos fue cuando, ya en la azotea, la Padilla se dio cuenta de que Cinco Jotas se había quedado encerrado en el piso y pidió que alguien fuera a por él. Por sorpresa, Eisi, que odia al cochino, se ofreció a rescatarlo. Fueron minutos de angustia hasta que, por fin, le vimos cruzar la puerta.

-¡Ese no es! -gritó la Padilla al ver que Eisi salía con el pata negra al hombro.

Walter, enfadado, dejó a Carmela y a sus cachorras a salvo y bajó corriendo, casi nadando, a rescatar a Cinco Jotas. María Victoria creyó que el hombre venía en su ayuda y, en medio de las escaleras, le soltó las tres maletas.

-Toma. Rápido, hay que salvar la ropa -le dijo.

Walter no daba crédito a lo que estaba viendo y, sin pensárselo dos veces, le dio una patada a las maletas que, en medio de un ruido ensordecedor, rodaron hasta el primer piso. Después, se abrió paso entre el agua y fue en busca de Cinco jotas.

En dos minutos, Walter salió con el cochino en brazos y a mí me pareció escuchar a la orquesta del Titanic, pero eran los bomberos.

@IrmaCervino

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