Es lo de siempre, dicen: hay que dejarse de monsergas, de latinajos y menos rollos que no conducen a nada como son los filosóficos. Hay que ir a lo práctico, con inmediatez, sin dar demasiadas vueltas a las cuestiones.

Pero ahí está el error. No poner el pensamiento en su sitio para acercarnos a las posibilidades de arreglos es lo que permanece en una ausencia majadera que la están pagando unos y otros.

Si la sociedad se hubiese desarrollado ajena a la reflexión, hoy estaríamos hablando de otro tipo de sociedad (aunque en muchos lugares del universo permanecen en fase cavernaria). Viviríamos en una sociedad roma, átona, donde la tecnología y los avances científicos estarían en el limbo de la ciencia y no digamos de las ideologías, que han transitado por los renglones de los libros de filosofía y de los diferentes foros que han situado al menos en la tesitura de saber que el camino que se ha emprendido, el de la irreflexión, solo conduce a darnos de cara con la nada.

Massimo Cacciari, filosofo y exalcalde Venecia, días atrás se pronunció con contundencia: "Europa se destruye al marginar a la filosofía". "Los planes de estudios la han secuestrado, no existe". Aunque ahora han aparecidos colectivos de personas que se han manifestado exigiendo la vuelta de la filosofía a los planes de estudio.

Hay que acabar con el pasado -es la monserga sempiterna-, eso no sirve, es la cantinela del día a día, y como manifiesta el filósofo italiano "el pasado es problemático y vive en la memoria actual, forma parte del proyecto del futuro". Está vivo en la palabra, en la lengua, aunque apenas importa lo que se dice; lo vemos en los debates de la televisión y no digo nada en la campaña electoral que nos espera. La palabra carece de sentido, ausente de su significado, tergiversándola sin pudor alguno por los "todologos" que de todo saben y de cualquier cosa opinan.

Al marginar a la filosofía y las humanidades, recalca Cacciari, Europa se está destruyendo a sí misma y lo paradójico es que sea esa misma Europa la que se empeña en borrar sus misma huellas, como si se quisiera emboscarse y no querer saber cómo se ha construido, lo que implica que tampoco le importe cómo se podrá destruir e ignorar los remedios y situar a tiempo las ideas para que esto no suceda.

Europa camina por el camino del PIB, aunque la pobreza siga creciendo; a Europa solo le interesa sobrevivir, y cada país aisladamente, sin contar con el resto del mundo, del mundo generado por la ignorancia que se tiene sobre sí mismo y de ese otro mundo que ha surgido amenazante y que vive en cualquier esquina.

Si el pensamiento muere, al final todos lo pagaremos, lo estamos pagando ya.