En un futuro cuando se oiga "ley de la memoria histórica", parecerá el título orwelliano de una obra totalitaria. Una ley sobre la memoria, pero ¡quién puede memorizar y olvidar por mí!, por mi interpretación de la historia que viví. En mi nombre: no. ¿Debo someterme a una visión sesgada de los políticos más sectarios y mediocres de la democracia española, o acaso esa ley es obra de prestigiosos historiadores internacionales neutrales?

La gran cruz gamada de Nüremberg no la dinamitaron los alemanes, sino los aliados, que habían ganado la guerra al nazismo. Si los más torpes comparan el franquismo con el nazismo, deben comparar al pueblo español con el pueblo alemán durante el nazismo. ¿Se les había ocurrido?

La falsificación panfletaria es la más ominosa de todas. La II República no era únicamente un libro sagrado con muchos derechos que fuera a liberar la humanidad, sino que eran instituciones, prácticas, agentes, leyes, revoluciones de izquierda como la de Asturias contra ella, amenazas, asesinatos, asesores y armamento nazi y estalinista. La República no eran artículos solo, sino políticos, milicias, ejércitos extranjeros, frentes y peligrosas retaguardias, individuos con odios reales. El texto constitucional de la República no podía ser nunca la alternativa política y militar a Franco, sino organizados comunistas e izquierda radicalizada. Los que adquirieron el verdadero peso militar. La alternativa a Franco hubiera sido otro totalitarismo de izquierda salido victorioso de una guerra. Tan o más cruenta. ¿O hubieran dejado a la derecha concurrir, así tan tranquilos, a falangistas, CEDA, monárquicos...? ¿A fachas? ¿Hubiera pasado? Entonces por qué los asesinaban cuando y donde podían.

Decía Fernando Savater que durante el franquismo la oposición era tan minoritaria y controlada por su exigüidad que con suerte te podías librar de la cárcel, pero no de ser detenido ni de estar fichado. Realmente cierto. Por carencia casi total de efectivos. Por eso resultan esperpénticos, falaces e histriónicos todos estos antifranquistas sobrevenidos. A los de una edad no se lo perdono. De los otros sé que no estarían. No tengo deudas con el franquismo.

Es curioso, durante los años 80 y 90 del siglo pasado, familiares y amigos vascos que venían a Tenerife, todos sin excepción, se fijaban en los nombres de las calles, y se quedaban asombrados. No hay excusa: nuestra ciudad había convalidado durante décadas su permanencia. La destrucción de Las Raíces recuerda demasiado a los budas de Bamiyan, Palmira, Tombuctú: idéntico sectarismo, odio a la historia y absoluto desprecio por las generaciones venideras.