Nada más levantarse, el pequinés mira su móvil. Pero no para ver los mensajes, sino cómo está el aire: si tiene que volver a salir con mascarilla o si debe encender su purificador de aire, un electrodoméstico más en las casas y oficinas de los habitantes de la capital.

"Cada mañana, miro a ver cómo está de mal el día en mi móvil y chequeo el purificador de aire que tengo para ver también cómo está de contaminado dentro de casa", explica Christina, taiwanesa residente en Pekín, donde trabaja para una compañía publicitaria desde hace años.

Hoy el purificador de su casa estaba en "color rojo", el mismo de la alerta anunciada por el Gobierno local para este martes y hasta el próximo jueves. La primera vez que las autoridades deciden activar la máxima advertencia por contaminación en la ciudad.

"Estaba igual de contaminado dentro que fuera. Estoy valorando comprarme una o dos máquinas más para mi casa, que es grande y con una no llega", comenta Christina, en cuya vivienda, como en la mayoría de construcciones de Pekín, las ventanas no están bien selladas y resulta difícil -por no decir imposible- que el aire de fuera no se cuele aunque estén cerradas.

A pesar de que algunas compañías han dejado que sus trabajadores se queden hoy en casa, esta taiwanesa ha tenido que ir a su oficina como cualquier otro día. "Como siempre, he cogido mi mascarilla. En la oficina, en cada despacho hay una máquina que purifica el aire y en los espacios públicos hay dos", explica.

En la misma situación se encuentra una empleada de una organización internacional. "Todos los días cojo la bici para ir al metro y me pongo la mascarilla. Hoy también", cuenta en la hora del almuerzo, que hoy ha decidido pasarlo dentro de la oficina, ya que está "blindada" a base de máquinas que limpian el aire.

La mujer, originaria de la provincia sureña de Sichuan, está especialmente preocupada por su hija, de tan sólo un año. "Les he dicho a mis suegros que pongan la máquina purificadora a toda potencia y que no saquen la niña a la calle", precisa.

La medida, que podría parecer de urgencia, forma parte de su rutina en la capital. "Siempre que hay contaminación lo hago y en los últimos siete días, Ñsólo hemos tenido un día en el que he podido sacar a mi hija!", se lamenta.

Tanto ella como Christina coinciden en destacar que hoy la calidad del aire no es tan mala como la vivida la semana pasada, aunque continúa grave. Alrededor de las 16.00 hora local (08.00 GMT), los medidores mostraban que la concentración de partículas PM 2,5 -las más pequeñas y dañinas para la salud- no llegaba a los 400 microgramos -la Organización Mundial de la Salud recomienda no pasar de los 25-, y la semana pasada se llegó a los 666.

Pero entonces no se pasó de la alerta naranja, la segunda en gravedad.

"El Gobierno está respondiendo a la presión de la ciudadanía y de los medios... Mucha gente en Weibo (el Twitter chino) se preguntaba por qué hasta hace poco no teníamos un sistema de alertas", destaca Chao Chao, un pequinés de 23 años en busca de empleo.

Una de las situaciones más criticadas, recuerda a Efe, es que el Gobierno local no recomendara entonces a las escuelas cerrar sus puertas, como sí ha hecho con esta alerta roja, decretada con niveles de contaminación muy inferiores.

"La semana pasada hubo gente que incluso empezó a decir que el Gobierno estaba mintiendo", recuerda Christina, mientras su hija, de 10 años, se congratula en casa. "La alerta roja es muy guay para estudiantes", ya que no tienen ir a la escuela -aunque les envían los deberes por internet-, dice en una carta enviada en la que cuenta "cómo es vivir en alerta roja".

"De hecho -reflexiona- la alerta roja es como otro día cualquiera de mucha polución, porque también tenemos que encender el purificador en casa y ponernos la mascarilla cuando salimos. Quizás lo que marcaría la diferencia sería acabar con la contaminación".