Estamos viviendo-soportando días en los que las distintas formaciones políticas se empecinan en trasladar al ciudadano su inexcusable dedicación a los intereses de la Comunidad que van a representar en las Cortes Generales el próximo 20 de diciembre. Todos coinciden en la situación favorable que los sitúan las encuestas y también todos los candidatos al Congreso y al Senado prometen que irán a Madrid a luchar por aquello que los votantes les han demandado. El bipartidismo, algunos neonacionalistas y abatidos independentistas afirman que, al contrario de lo que muchos piensan, ellos consideran altamente positiva para la democracia la presencia de nuevos partidos que son capaces de refrescar el ambiente enmohecido (es una expresión menos dura) en los últimos años. Nadie ha propuesto la regularización de la Banca. Con la boca pequeña, unos y otros propalan, sin embargo, que la desaparición de la mayoría absoluta beneficia al elector en general, pues influirá en la balanza de las decisiones políticas floreciendo un maná para la ciudadanía votante. Porque, sin duda, ellos dedicarán todos sus esfuerzos (afirman) a aportar savia nueva a esas cámaras ya añejas que han impuesto la confusión en temas realmente trascendentales para la historia reciente de España.

En Canarias, parece que la tradición quiere seguir tirando de las mismas riendas, prometiéndose, a diestro y siniestro, la defensa a ultranza de las especificidades del Archipiélago ante sugerencias peninsulares referidas a la supresión de los cabildos y a la eliminación del Régimen Económico y Fiscal, que allí se considera como un privilegio. Con este desafío, todos los candidatos canarios alegan que van a Madrid con el firme propósito de luchar por los canarios y por Canarias y olvidar para siempre los ejercicios genuflexos que vienen realizando desde la Transición siguiendo las órdenes de sus organizaciones respectivas. Magnífico. Todo este hechizo generalizado tiene un trasfondo que trataremos de llevar a nuestros pacientes lectores, ya que, en este caso, sí es oro todo lo que reluce.

Y es que la realidad es bien prosaica, es decir, diputados y senadores apuestan, denodadamente, por la pasta y sólo por la pasta. Lo demás entra en el mundo de la hipocresía, que debe denunciarse. Estos formidables representantes del pueblo español han cobrado, sin trabajar desde la disolución de las Cortes, alrededor de 11.000 euros correspondientes a los meses de noviembre y diciembre. Pero hay más. Aquellos que no sean reelegidos verán sus cuentas infladas en 2.813 euros por cada año que hayan permanecido en el escaño. Cada diputado tiene una asignación mensual de 2.813 euros brutos, además de una compensación por desplazamientos y por trabajar fuera de casa de 1.823 euros mensuales. Si es portavoz titular de su grupo, habrá que sumarle 2.667 euros al mes.

Los senadores cobran 2.813, pero aquellos que pertenecen a circunscripciones distintas a Madrid disponen de una indemnización de 1.822 euros, aparte de tener cubiertos los gastos en los transportes en medios colectivos (avión, tren, autobús o barco). Para que continúen en el mundo de las comodidades, también reciben una "tarjeta-taxi" con un crédito máximo anual de 3.000 euros, válida para desplazarse por Madrid. Igualmente, disponen de 120 euros diarios por dietas producidas en el territorio nacional, teléfono móvil, ordenador portátil, una tableta y un despacho propio, prebendas trasladables a los diputados.

Los recortes del presidente Rajoy y de su ministro Montoro no han afectado para nada a sus señorías, pero sí a la gran mayoría de la ciudadanía, que se ha visto obligada a satisfacer, con impuestos ignominiosos, todo este rosario de privilegios que han servido, incluso, para que muchos de estos artistas se hayan comprado un piso en Madrid o alrededores mientras dormían plácidamente en sus casas ubicadas en sus Comunidades autónomas.

Es justo indicar, sin embargo, que los diputados y senadores que han formado parte de las respectivas diputaciones permanentes han continuado trabajando durante estos dos meses. Aunque aquí a "trabajar" se le pueden aplicar multitud de acepciones, ya que, aunque pierdan su escaño, pueden seguir percibiendo hasta un total de 24 mensualidades. Este encantamiento generalizado impone al ciudadano elector una profunda reflexión.