Hace unos días terminé un libro sobre liderazgo titulado "Os necesito a todos" en el que la autora, Loreto Rubio, presenta un sistema para que los líderes puedan compartir una propuesta y comunicarla de forma que cale entre los miembros de su equipo. Es un instrumento que ella llama "relacional" y pone el acento en las relaciones que establecemos entre nosotros a la hora de poner en marcha un proyecto, a la hora de entendernos, de alcanzar acuerdos y de progresar.

Además de despertarme interés por el método, me llamó también la atención el prólogo del libro. Escrito por Ignacio Martínez Mendizábal, uno de los investigadores del yacimiento de Atapuerca, equipo al que pertenece desde hace ya unos treinta años. Junto a Juan Luis Arsuaga, recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en el año 1997 por los descubrimientos que realizaron sobre la evolución del hombre a raíz de los fósiles humanos localizados en esta sierra de Burgos. Ellos lo denominan en su web de una forma hermosa: "Atapuerca es una isla en el océano del tiempo. Mires hacia donde mires, ves millones de años".

Me resultó sorprendente que para hablar de liderazgo en el siglo XXI, la autora nos ofrezca la visión del paleontólogo que escribió sobre lo suyo: la evolución humana a lo largo de esos millones de años. De tal manera que Ignacio Martínez parte de Darwin y cuando este se pregunta acerca de "cómo había llegado una criatura tan débil como el ser humano a enseñorearse del planeta". Para el naturalista, la adaptación del ser humano, "su auténtica seña de identidad, no se encontraba en la anatomía de su cuerpo, sino en el funcionamiento de su cerebro, y muy especialmente -añade- en su manera de relacionarse con sus semejantes y organizarse socialmente". Para que sigamos un hilo conductor, Martínez repasa así varias teorías y va dando respuesta a las cuestiones que plantea en las que ahora no me detengo y voy directamente al final de su prólogo. "El hecho de que la cooperación humana se base en la comunidad de ideales no es el único aspecto extraordinario de la conducta social humana. A diferencia del resto de criaturas sociales, nuestra colaboración no se basa exclusivamente en nuestra programación genética, sino en nuestra voluntad. Colaboración y libre albedrío -concluye- una combinación única en la historia de la vida".

¿Y cómo se hace eso? El paleontólogo se pregunta "¿cómo hacer para que unas criaturas que son plenamente conscientes de sí mismas y de sus intereses, que son capaces de planificar y llevar a cabo estrategias para su beneficio, renuncien voluntariamente a parte de sus propios intereses y los sacrifiquen al servicio del bien general? Se trata de una ecuación aparentemente irresoluble que, sin embargo, ha encontrado solución en el curso de la evolución humana en eso que llamamos liderazgo". Y continúa refiriéndose a esa "capacidad de proponer y compartir valores e ideales que nos enamoran y que nos impulsan a colaborar con los demás más allá del propio beneficio inmediato".

¿Y por qué es tan importante contribuir al bienestar de otras personas? A Mario Alonso Puig, cirujano, uno de los máximos exponentes en temas de liderazgo en España, tuve la oportunidad de preguntárselo hace algunas semanas. "Porque el ser humano es un ser social -dijo-, es un ser de encuentro y cuando generamos esas condiciones para que las personas se sientan valoradas y reconocidas no solo ayudamos a otros seres humanos a crecer y a valorarse a sí mismos, sino que nosotros también estamos creciendo. De alguna manera todos estamos conectados y lo que hacemos en favor de los demás lo estamos haciendo también en favor nuestro". Así es cómo evolucionamos.

@rociocelisr

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