Hace un par de meses, Trueba fue crucificado por decir en su discurso de concesión de un premio que él no consideraba a España ninguna patria... o algo así. Es posible que hagan lo mismo conmigo al otro lado de la cruz, que está libre y sin ocupar, y hay que ahorrar gastos.

Con los años he aprendido a respirar despacio, a no condenar antes de tiempo y a escuchar. Sobre todo a esto último. Es posible que este hombre soltara su sinceridad sin tener ocasión de matizar ni oportunidad de explicarse. Estas vísperas electorales me parecen un buen momento para hablarles de ese concepto que parece tener dueños y enemigos. La patria. Los patriotas y los antipatriotas. Unos se envuelven en banderas impermeables y tupidas que no sabemos bien lo que esconden. Y a otros les salen ronchas con solo acercarse. A mí, ni lo uno ni lo otro. Soy español sin otro mérito que la suerte. Voy a intentar razonarlo, y luego cada cual que siga golpeando en mis clavos o no, pero, eso sí, los que no quieran saber nada más, pueden dejar de leer en este mismo punto.

Decía Miguel Gila que la patria es un invento de los poderosos para que la gente sencilla diera su vida y su sangre por los intereses de esos mismos poderosos. Desgraciadamente, casi siempre se cumple. Se podrán admitir razones históricas y culturales, naturalmente válidas, aunque se sabe que la historia se manipula, se falsea, o incluso se inventa, para lograr tales fines. La patria, en mi opinión y experiencia personal, claro, es solo una conjunción de intereses. Pero nada más que eso. Y cuanto más pequeña y reducida sea esa patria, más ruin y mezquina puede llegar a ser. Ahí tenemos el caso de los nacionalismos, sin ir más lejos. No es que ellos sean más patriotas que el resto -lo son según su visión- es que son igual de patrioteros que ese mismo resto.

Mi patria son mis amigos, mi familia y mis convencimientos. Para mí, el reino ideal de la patria está en los sentimientos, no en ninguna estructura nacional, mucho menos nacionalista.

Sé que debo integrarme en alguna estructura social y comunitaria para poder tener identidad, que no entidad, y obtener servicios de supervivencia -previo oportuno pago de su importe, naturalmente- vía impuestos. Pero es meramente material, incluso puede ser coyuntural, y, por mera practicidad, cuando no necesidad. Y en eso, la prefiero cuanto más grande y poderosa, mejor. Como unos Estados Unidos de Europa, por ejemplo, con su unión fiscal y política. A la vista están las ventajas de los unos y las desventajas de los otros. Pero no considero patria al agujero enfermizo, la conejera, la corrala, la caverna, el aldeanismo... ni valores patrios los cuernos del toro de Osborne o los programas de Bertín.

A las patrias se les deben más guerras, daños, desastres y derramamientos de sangre que ventajas. Otra cosa es cómo lo han vendido en los libros de historia. Y los tributos de muertes, luchas y miserias que se han utilizado como tinta para escribir páginas gloriosas que solo han servido para defender intereses de familias poderosas, dudosos gobernantes, o... como en la actualidad, podridos intereses financieros.

La patria, que percibo, es el medio que unos pocos utilizan para conseguir lo que desean de unos muchos. Puede ser el mío un concepto desprovisto de heroísmo, de romanticismo, de patriotismo..., pero también de patrioterismo, que es lo que en realidad anida en ese nido. La patria sirve casi siempre a intereses espurios. Es un barco manejado por almirantes y servido por marineros. Pero a mí, como quizá a Trueba, o a quien se le haya mandado al lapidadero, lo único que espero es que no se me imponga el concepto de patria, porque no hay peor patria que la que atenta contra la libertad de pensamiento.

Porque es una palabra inventada del latín Páter, y raíz de potestad, poder, patriarca, patricio... y su significado siempre es el propio interés. Por eso, y, si me lo permiten, remedando a Unamuno, cualquier patria me puede someter, pero ninguna me puede convencer...

El próximo domingo vayan a votar, pero no se dejen envolver con este papel de caramelo ni por sus sonrisas. A la política de sonrisas, cuando le quitas la verdad, ya solo le quedan dientes.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es