Durante casi siete años ha vivido inmerso en Torun (Polonia), ciudad centroeuropea que luce con orgullo la marca de Patrimonio de la Humanidad, cuna del genial astrónomo Nicolás Copérnico, que ayer inauguraba su Auditorio. Este nuevo edificio representa la obra más compleja e internacional ejecutada hasta ahora por el arquitecto y profesor tinerfeño Fernando Menis. Los volúmenes de esta sala de conciertos se suman así a otras creaciones que llevan la firma del profesional tinerfeño, residentes en lugares tan distantes y distintos como China, Crimea, Suiza, Rusia...

¿Cuándo surge la relación con una ciudad tan diferente a Santa Cruz de Tenerife?

Es de alguna manera una relación de amor. A finales de 2008, cuando gané el concurso y descubrí por primera vez Torun, sentí un flechazo. A día de hoy sigo enamorado del paisaje urbano de esta ciudad polaca tan roja, tan romántica, tan bella... Como en todas las relaciones, a veces surgen problemas, nada resulta fácil, pero ahora que el Auditorio es ya una realidad, reconozco que disfruto de un momento personal increíble e irrepetible.

Cuando describió esta sala de conciertos como una especie de carta de amor para la comunidad local, ¿a qué se refería?

A lo que sé hacer por una ciudad que adoro: un edificio que la convierta en un espacio aún más bello, que le aporte algo. En este proyecto puse lo mejor de mí mismo, toda la capacidad de diseño de mi equipo, con el propósito de dar forma a una obra de arte que fuera capaz de unir la historia de la ciudad con su presente y su futuro. Espero haberlo conseguido, aunque solo el tiempo podrá certificarlo.

¿Cómo se le ocurrió la idea? ¿De qué manera conjugó lo cultural con la identidad de la ciudad?

Siempre trato de descubrir la esencia, el genius loci del lugar, así que cuando llegué a Torun traté de entender y sentir la ciudad, su historia, el paisaje, el aire, el cielo... Después intenté extraer lo mejor de un espacio declarado Patrimonio de la Humanidad, desde el respeto a su historia y creando una nueva forma, añadiendo un paso más a su evolución.

¿Espera que este auditorio se convierta en un elemento vital de Torun? ¿Qué tipo de diálogo establece el edificio con el centro histórico de la ciudad?

Creo que el nuevo edificio, el CKK, que es así como lo denominan los ciudadanos, supone una aportación al siglo XXI que conecta con la tradición a través de los materiales utilizados históricamente, como el ladrillo rojo, al tiempo que genera formas nuevas, muy contemporáneas: un nuevo hito para la ciudad, una nueva perspectiva de la modernidad, pero muy integrado en su trama.

En sus proyectos cuida la fusión de lo cultural y natural. ¿Cómo valora el resultado?

No considero que haya sido especialmente difícil porque es algo que tengo presente. Mi trabajo se inscribe como un nuevo elemento del paisaje urbano que se define por la armonía, la tranquilidad y la paz respecto a lo existente y, al mismo tiempo, propone una evolución.

¿A qué desafíos tuvo que enfrentarse durante el desarrollo y la ejecución de la obra?

Por un lado, el reto de la acústica era, como en cualquier auditorio o sala de conciertos, el más importante, ya que la función del edificio es lógicamente la de servir a la música, convertirse en la casa de la Orquesta Sinfónica de Torun. Creo que uno de los aspectos más impresionantes de la ingeniería de este proyecto reside en el sistema de acústica variable. Y parece que los primeros ensayos nos están dando la razón, aunque es un edificio que se puede ajustar y afinar según las necesidades. Sin embargo, considero que ninguna acústica ha superado la ejecutada por los romanos. En este caso hemos diseñado una cubierta flexible, de manera que el volumen de la sala se puede disminuir, modificando sus cualidades. Otro gran desafío era lograr la multifuncionalidad, ya que el edificio debe ser eficiente y servir para acoger la palabra, la música, la ópera, el teatro, la danza, los congresos...

¿Y la conclusión?

Ya contaba con el bagaje de la gran experiencia que para mí supuso el proyecto del Magma de Adeje, en el sur de Tenerife. Fue mi primera gran oportunidad profesional, la que me ayudó a crecer, algo por lo que estaré eternamente agradecido a Canarias.