Hay personas que crean falsas expectativas sobre sí mismas. Javier Abreu no. Desde el minuto uno si parece que la va a liar ya sabes que la va a liar. Así que no puede decirse que sea una sorpresa el caminito de espinas que lleva "esa cosa" denominada pacto que se firmó en La Laguna entre socialistas y nacionalistas. Y es que entre un pacto y un parto hay más diferencias que una consonante.

El líder de los socialistas laguneros no estaba contento con gobernar con Coalición. También es verdad que tampoco estaba contento con cualquier otra alternativa, excepto que el resto de las fuerzas políticas cayeran rendidas a sus pies y le propusieran ser alcalde. A nadie le amarga un dulce. Pero la pastelería de Rubens Ascanio y Santiago Pérez estaba cerrada. La situación se atascó tanto que los dos partidos del pacto canario tuvieron que meter mano en el asunto y resolverlo como se suelen hacer estas cosas; por decreto y sin vaselina.

Durante estos meses pasados el matrimonio político por poderes del PSOE y CC en La Laguna ha funcionado como podía preverse cuando algo empieza a regañadientes de una de las partes. Mal. Todas las veces que ha podido Abreu se las ha arreglado para hacer pequeñas, medianas y grandes maldades a su compañero de pacto, el alcalde, José Alberto Díaz. Y así iban discurriendo las cosas. Y es justo cuando falta una semana escasa para las elecciones cuando el alcalde lagunero ha decidido cerrar el grifo. Nunca mejor dicho porque le ha quitado a Abreu la gestión del agua. Ni el tiempo ni el lugar han sido elegidos al azar. Una crisis en la semana previa de las elecciones es de lo más inoportuna. Pero, según dicen, se le había desbordado la paciencia (vaya con los símiles acuáticos).

Toda la crisis lagunera está presidida por un discurso hipócrita que sólo se digiere porque es tan obviamente falso que no pretende hacerse pasar por verdadero. Los nacionalistas dicen que no hay ruptura, porque lo que se ha hecho es "reasignar" competencias. Retirar competencias a Abreu, entonces, no es una represalia, sino una casual redistribución de cargos. Y los socialistas sostienen que sus jodiendas, ausencias y desaires han sido simples casualidades y no causalidades.

Pueden pegarse así, diciendo tonterías, hasta que las ranas críen melena, pero lo de La Laguna es complicado. La fuente se ha secado y las azucenas están marchitas, por ponerlo en términos musicales. Podrán ponerle parches al asunto, pero es difícil que consigan recrear un clima de entendimiento en una situación tan deteriorada. A Javier Abreu no le funciona el wifi con su partido y las aguas del pacto político no es que estén revueltas, es que se han vuelto del mismo color turbio que aquel viejo estanque donde estaban los patos de la Catedral, que en paz descansen. Va a ser difícil que todo vuelva a ser igual cuando ya nada será lo mismo.