Debo de expresar, antes que nada, que los síntomas no son la enfermedad, sino que estos son pura y exclusivamente la expresión de lo que el organismo está haciendo para intentar curarse. A nadie se le ocurre tomar primperán o cualquier otro antihemético para cortar unos vómitos consecuencia de una borrachera, pues entendemos que estas molestias son la expresión de lo que el cuerpo está haciendo por desintoxicarse. De la misma forma deberíamos de ver cualquier síntoma que pudiese aparecer, y la máxima de respetarlos es deber de cualquier médico. Solamente si dichos síntomas pusieran en peligro la vida del paciente, por ejemplo unos vómitos que lo están acercando a una posible deshidratación, una fiebre que se propasa en duración y que está llevando al debilitamiento extremo (consunción) del paciente, un dolor que se vuelve intolerable, un insomnio completo de larga duración, etc. En estos casos habría que cortar estos síntomas más rápidamente. En definitiva, el médico ha de saber cuándo respetar y cuándo cortar un síntoma.

Se denomina "catarro" a la irritación de mucosas con secreciones abundantes de mucosidades, y esto no es más que un síntoma, y normalmente sucede por la necesidad de depuración de las mucosas, también como expresión del crecimiento de las mismas; por eso en los niños, que están en continuo crecimiento, vemos que las mucosidades suelen ser abundantes y que en la gran mayoría de los casos no llevan parejo ningún tipo de tratamiento. Lo normal es que cuando viene el otoño o la primavera el cuerpo por si sólo tiende hacer este tipo de depuraciones; así podemos recordar cómo antiguamente la religión católica se encargaba tradicionalmente de ayudar en las depuraciones fisiológicas del organismo con ayunos, en la cuaresma primaveral, al igual con otros ayunos tradicionales de otras religiones. Estos cuadros catarrales en ocasiones pueden ser por motivos alérgicos o infecciosos; en estos casos necesitarán un tratamiento médico, después de que se haya comprobado que no se trata de una mera depuración.

Con la gripe, ya estamos hablando de una patología infectocontagiosa producida por un virus y que depende de este y también de cómo estemos de receptivos y de cómo tengamos nuestras defensas, a la hora de poderla padecer clínica o subclínicamente, o sea, sin darnos cuenta.

Nuestras defensas estarán altas dependiendo de nuestro estado físico-síquico. De hecho, observamos que cuando estamos pletóricos de felicidad, por ejemplo cuando nos enamoramos, es difícil que un virus de este tipo nos afecte en demasía y pasaremos la gripe sin darnos cuenta. Lo mismo sucede si nuestro nivel de endorfinas está alto, y esto lo conseguimos por ejemplo con el deporte. En general, aquellas personas que están con un alto estado de ánimo tendrán menor predisposición al contagio, tal como decía Pasteur: lo importante no es el agente infeccioso, sino el terreno. También podemos ver esto en la agricultura; así, un terreno bien nutrido y bien regado tendrá menor predisposición a ser atacado por infecciones y plagas de cualquier tipo.

Desde el punto de vista de la terapéutica homeopática, observamos que si la persona está bien tratada preventivamente y de fondo, tendrá menor predisposición a padecer la gripe, pues la homeopatía se encarga de mantener en un buen estado físico-anímico al paciente. Para ello, previamente deberá haberse hecho una buena historia clínica, donde se deduce el medicamento adecuado para cada paciente, además de en ocasiones poder proponer complementos vitamínicos y minerales que ayuden a mantenerse al mismo. Pero, además, podemos tener en cuenta que en el caso de ya haber sido contagiados, la homeopatía ofrece múltiples posibilidades de tratamiento dependiendo de los síntomas que presente el paciente, ya que cada enfermo padecerá la gripe a su manera. Aunque existen unos síntomas comunes al cuadro de la gripe, estos presentan variaciones de unos individuos a otros. Así según el color de las mucosidades, si se acompaña de tos o no, cuando se presenta dicha tos, si hay fiebre o no, dolores musculares o dolores óseos, si se acompaña de síntomas digestivos o simplemente son de las mucosas respiratorias, si además estas secreciones se encuentran en la garganta, pecho, laringe, nariz, etc. En definitiva, dependiendo del cuadro del que se trate tendremos diferentes medicamentos adecuados a cada caso que ayudarán a superar dicho cuadro clínico lo más pronto y suave posible.

Ejemplos de estos medicamentos lo tenemos en la cebolla, preparada homeopáticamente, a la cual llamamos por su nombre en latín (convención de nomenclatura a nivel internacional, seguida del tipo de dilución que empleamos). En este caso, el medicamento homeopático a partir de la cebolla se denomina "Allium Cepa", empleándolo a la dilución 7CH, en los casos en que la mucosidad nasal es transparente, pero irrita las fosas nasales por fuera (muchos moqueamos pero no a todos se nos irrita encima del labio), y aparecen estornudos. Si lo que existen son dolores óseos y con fiebres altas, usaremos por ejemplo "Eupatorium perfoliatum" a la 7CH. Si los dolores son musculares, que agravan con el movimiento, con gran cantidad de sed, pensaremos en Bryonia. Si la gripe surge como consecuencia de frío húmedo, usamos la Dulcamara. Si aparecen los síntomas bruscamente con dolor de garganta, fiebre elevada y fuertes dolores de cabeza, pensaremos en Belladona. En Aconitum si además el paciente tienen mucosas secas y con sed de grandes cantidades de agua y mucha inquietud. Si la rinorrea (secrección nasal) es mucopurulenta, usamos el "Kalium Bichromicum". Si el proceso se alarga mucho en el tiempo, daremos Sulphur, y así otros medicamentos más.

En definitiva, la homeopatía ofrece un medicamento diferente según el caso del que se trate. Y lo más adecuado es conocer cuál es el medicamento individual que favorece en cada persona un mayor nivel de salud integral, física y psíquica, y tomarlo como preventivo ante cualquier circunstancia que pensemos que nos ha desarmonizado.

*Presidente de la Sociedad Canaria de Homeopatía