El próximo domingo día 20 de diciembre son las próximas elecciones generales. Serán sin duda unas elecciones muy importantes para España, por diversas circunstancias. Quizás la más importante, la aparición de nuevos partidos, especialmente Ciudadanos y Podemos, que al menos en los pronósticos están teniendo mucha aceptación, posiblemente por desencanto de la labor del Gobierno actual y del anterior, y la corrupción galopante en los dos partidos, con la diferencia hasta ahora de que en el PP los beneficiados son personas físicas que han aprovechado su gobierno para medrar, de posibles subvenciones y beneficios, y en el PSOE , con los ERE de Andalucía, al menos, con los más altos dirigentes encausados, han sido las Instituciones y el propio partido, con el dinero de los parados y los cursos de formación los beneficiados. Las dos están muy mal, pero, para mí, el segundo caso es peor.

Continuando con las elecciones, lo más preocupante, pienso, es que son partidos que no han gobernado nunca, aunque ya se les ve el pelo en el Gobierno de algunas ciudades, logrados por unión de perdedores en las elecciones municipales, contra la lista más votada (Barcelona, Madrid, Valencia...) con medidas estrafalarias y fuera de lugar, en contra muchas de ellas de nuestros sentimientos, creencias y tradiciones, como la supresión de la Navidad en Barcelona, sustituida por una fiesta de invierno sin connotación ni tradición alguna.

No sabemos cómo van a obtener los recursos para sufragar la infinidad de promesas que hacen, si es que tratan de cumplirlas. Mucha gente desesperada se agarra a ellos como un clavo ardiendo, pero eso es muy peligroso. La situación en que dejó a España Zapatero fue terrible, con más de 30.000 millones de euros sin pagar, y un paro galopante de más de 4 millones (lo cual no es extraño en un gobierno socialista en España, recordemos a Felipe González, también con más de 4 millones de parados, y sin reunir las condiciones para entrar en el Mercado Común). Estábamos abocados al rescate, que hubiera supuesto unas condiciones mucho más duras para la recuperación, con más reducción de empleo público que el que realmente hubo que hacer, con disminución de salarios y pensiones, con aumento de más impuestos. Así lo sufrieron Portugal, Irlanda, Grecia..., que lo han pasado peor que nosotros.

Aunque lo he hecho en otras ocasiones, vuelvo a decir que me considero apolítico. En primer lugar, por mi profesión, pero que siempre he votado, procurando hacerlo por quien creo que lo puede hacer mejor por el bien común de nuestra patria (vocablo que rara vez se utiliza). Cuando dimitió Adolfo Suárez (q.e.p.d) y comenzó el Gobierno de Felipe González, en Suecia había un Gobierno socialdemócrata magnífico; entre otras maravillas, entre la persona que más cobraba y el que menos había una diferencia de 10 (¡igual que ahora en España!). Yo estaba dispuesto a votar por eso, pero luego comenzó el GAL con la muerte de personas inocentes, y una corrupción galopante que terminó con un ministro, un secretario de Estado, ¡el director de la Guardia Civil y el del Banco de España!, la directora del BOE, etc., en la cárcel, y esto me desencantó. Siento sana envidia de países como Alemania y Gran Bretaña, que son capaces de gobernar juntos conservadores o de derechas y socialdemócratas cuando se considera necesario, en bien del Estado.

Aunque la situación económica ha mejorado mucho (no lo suficiente), el incumplimiento por parte del Gobierno de algunas de sus promesas importantes (léase , ley del aborto y otras) ha producido sin duda el desencanto actual y el abandono de sus siglas, posiblemente sin reflexionar que una posible coalición que venga lo puede hacer peor, despreciando nuestros símbolos y creencias y perdiendo el impulso económico logrado malgastando los recursos.

Ante la situación de incertidumbre que atraviesa España, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), en el 17 Congreso Católico y Vida Pública, decía: "Los católicos no podemos ser meros espectadores ante los acontecimientos políticos. Queremos abandonar las lamentaciones inútiles y las zonas de confort para asumir nuestra misión irrenunciable en la vida pública". ¡Hacen falta católicos, que ejerzan como tales, en la vida pública española, para renovar la democracia actual y los partidos políticos, para fortalecer la sociedad civil, defender la dignidad de la persona y la cultura de la vida! Nunca he comprendido a algunos católicos; conozco a algunos, en partidos políticos, normalmente de izquierdas, que no hacen oír su voz ante algunas medidas o decisiones ¡Tienen que comprometerse!