Es un afán colectivo que está inoculado en el inconsciente de cada cual. Lo que se quiere es llegar y cuanto antes, mejor. Disfrutar en el deleite de la tardanza o en la plenitud de la espera no está de moda. Tal vez para otros tiempos, pero hoy las horas no suenan con aquella cadencia, y es que es el tropel de los minutos encadenados lo que fabrica es la prisa, y hacia ahí hay que apuntar.

Se nos ha imbuido de prisas, se nos dice que el tiempo es oro, que si ahora no hacemos lo previsto, mañana será tarde. Se nos dice que hay que vivir aceleradamente, aunque nos conduzca, por mas vueltas que demos, al lugar de siempre, teniendo la impresión de que, por muchos mundos que andemos y por todos los horizontes que surquemos, la realidad es que apenas si hemos movido un pie mas allá de medio metro.

La prisa ha sido elaborada por los maniobremos de voluntades, los que nos dicen o corres más que los de al lado y das el triple salto, porque de no hacerlo otros ocuparán el sitio que te tenían reservado y caerás en el fondo del fracaso.

No debemos ser como la tortuga ni tener pies Aquiles, y menos creernos superan; no debemos imitar estereotipo alguno confeccionado por otros. Las prisas y las pausas deben de ser nuestras para saborearlas y adecuarlas al momento preciso y que no estén sometidas al dictado de agentes externos que pretenden encasillarnos en la masa borreguil, de aquellos que como locos parten hacia metas que no saben ni donde están y que es lo que se van a encontrar si llegan.

Llegar es morir, concluir, volver a empezar, por lo que lo útil sería que las metas se distanciaran y estuvieran en el camino de la espera. Sería el mejor acicate para seguir pensando el futuro, y así desligarnos de la ramplonería que nos oferta el día a día y de todas aquellas metas marcadas por los de afuera y más cuando ha concluido una campaña electoral ratificada por las elecciones de ayer, donde se ha dicho de todo, donde la ignorancia se ha fabricado en los discursos romos, inconsistentes, haciendo un perfecto canto a la solemnidad del disparate por los que en el intento de demarcares del contrario han hecho de la prisa un falso convencimiento cuando son incapaces de alcanzar un mejor futuro, porque muchos de ellos son los artífices y productores del desaguisado actual , y que dicen, que al fin lo van a arreglar, ya de una vez por todas.

La facilidad al decir y las prisas por llegar producirán convulsiones internas de unos y otros que verán en los pactos la solución de un fracaso.