La dificultad de la actual situación política se explica porque con la composición del Parlamento es más fácil sumar votos en contra que sumar votos a favor a cualquier candidatura. Eso ocurre así porque hay hasta tres formatos de conflicto que definen el bloqueo político resultado de las elecciones: uno es la vieja y clásica separación entre las fuerzas de izquierda y las fuerzas de derecha; otra la nueva entre partidos tradicionales y partidos emergentes; y la tercera es la que enfrenta a los grupos constitucionalistas con los que apuestan por eso que antes llamábamos autodeterminación y ahora llaman "derecho a decidir". La complejidad para montar un gobierno estriba en la imposibilidad de encajar esos tres factores para conseguir que la suma de los unos suponga más que la resta de los otros.

Así, el PP no puede gobernar porque aunque las fuerzas de centro y derecha en su conjunto suman 178 diputados (tres más de la mayoría absoluta) para conseguir ese acuerdo sería necesario contar no sólo con los seis diputados del PNV, sino también con los ocho diputados independentistas de Democracia i Llibertad, la marca de Convergencia para estas últimas elecciones. Sin esos 8 diputados, con los que el PP no puede ir a ningún lado, el PP habría de enfrentarse a los 170 de toda la izquierda. Un empate. Un empate que se rompería si -y es lo más probable- los catalanes votaran en contra del candidato del PP. O sea: que con el PP no salen las cuentas.

Con el PSOE pasa lo mismo: desde la lógica de la suma de votos de la izquierda, Sánchez podría contar con sus 90 diputados, más los 69 de Podemos y sus marcas territoriales, más los dos de Unidad Popular/IU y los nueve de Esquerra Republicana. En total, 170. Exactamente los mismos que la suma de PP, Ciudadanos, PNV y Coalición. Vale que el PNV y Coalición podrían apoyar al PSOE y eso daría mayoría absoluta a la izquierda, pero el PSOE tiene con Esquerra el mismo problema que el PP con Democracia i Llibertad. Y eso sin contar la posición de Podemos sobre el derecho a decidir, que sólo con mucha imaginación puede esperarse que Iglesias amortigüe si se le garantiza el inicio de un proceso inmediato de reforma de la Constitución donde Podemos pudiera defender -y perder- su posición sobre el derecho a decidir. O sea: con la izquierda no sale.

Pueden ensayarse formatos nuevos: está la gran coalición a la alemana, que condenaría al PSOE a su práctica extinción, incluso en la hipótesis de que el PP cediera la presidencia del Gobierno a un socialista o a un independiente. O una gran coalición ampliada, con todo el bloque de partidos constitucionales dentro. Intuyo que Rivera sólo aceptaría ese formato si él fuera el candidato a la Presidencia del Gobierno. Eso resultaría sin duda bastante estrambótico.

Con el liderazgo de Rajoy puesto en duda por el órdago de Aznar, y la línea roja autodeterminista de Iglesias pesando sobre Sánchez, va a ser necesario ensayar fórmulas muy imaginativas para evitar la convocatoria de nuevas elecciones. A veces las soluciones aparecen precisamente cuando todo está perdido. Habrá que cruzar los dedos.