Cuando naces para martillo del cielo te caen los clavos. Ahora resulta que el PSOE se ha convertido en la piedra de clave de la bóveda política de España. Desde la izquierda Pablo Iglesias les responsabiliza de que no haya un gran pacto con Podemos y los independentistas (aceptando naturalmente sus condiciones), desde Ciudadanos se les llama a la abstención responsable para poder investir a un presidente de Gobierno del PP prisionero de su minoría y desde el PP y el Ibex 35 se pide a Pedro Sánchez un pacto de Estado para garantizar la gobernabilidad del país. Y por si fuera poco, a Sánchez los suyos lo mantienen en un liderazgo condicional, que es una condición bastante jeringada para para ejercerlo.

Pablo Iglesias tiene una jeta importante. Para presentar los resultados de Podemos habla de 69 diputados, que es como presentaron los datos en la televisión. Pero a los efectos parlamentarios tiene cuatro grupos (Podemos, En Comú, Compromís y las Mareas). Puede parecer lo mismo pero no es igual. Con cuatro grupos tendrían cuatro turnos de palabra, cuatro asignaciones presupuestarias del Congreso y cuatro cuotas de representación en órganos y comisiones. Para lo que le interesa al amigo Pablo son 69 y para lo que atañe a las intervenciones parlamentarias y al bolsillo son cuatro grupos parlamentarios diferenciados. Hay una inteligente disonancia entre apariencias y realidades.

Pero no sólo es eso. Su primera intervención confirma que los "podemitas" no dan puntada sin hilo. Para evitar que gobierne el PP, el PSOE tendría que alongarse a los abismos a los que le empuja Pablo Iglesias. El naciente discurso del líder de la izquierda alternativa es que Pedro Sánchez tiene en su mano evitar que gobierne otra vez el odioso Mariano Rajoy, al servicio de los privilegiados y los grandes capitales y bla, bla, bla. ¿Y cómo puede evitarlo? Naturalmente, postrándose a los pies de las teorías de Pablo e hincándose de rodillas ante el portal de Belén del derecho de autodeterminacion de Cataluña, que, es de suponer, habría de extenderse después al País Vasco y a las autonomías que lo aprobasen en sus parlamentos.

Naturalmente no son las únicas condiciones. Iglesias quiere salvar a España de Rajoy -lo cual es de agradecer-, pero además desea imponer algunas de las líneas estratégicas de su programa electoral. Así que si Pedro Sánchez desea evitar que la derecha gobierne, tiene que aceptar el abrazo con los independentistas catalanes, pero además tendría que comerse el programa electoral de Podemos. Eso de momento. No se puede descartar que Pablo Iglesias le exigiera en el futuro tragarse algún otro sapo en su prolijo camino hacia la extinción de la socialdemocracia española para sustituirla por la izquierda verdadera y revolucionaria.

Hay una diferencia entre enemigos y adversarios. Los socialistas tienen a sus adversarios en el centro derecha español, en Ciudadanos y en el PP. Y a su gran enemigo en Podemos. Cada paso que da Iglesias está dirigido a borrarles del mapa, como ya casi ha hecho exitosamente con Izquierda Unida.