Existe una frase que se puso de moda: "Piensa que hoy es el primer día del resto de tu vida". Cuando una reflexión se pone de moda nos sale hasta en la sopa durante mucho tiempo, nos inunda en los whatsapps por cualquier motivo en que el remitente se disfrace de trascendente -Navidad, por ejemplo- y te la puede soltar cualquier pseudofilósofo de pacotilla en cualquier momento u ocasión.

La moda es lo peor que le puede pasar a lo que es importante, pues lo despoja de toda importancia. De esa frase se ha abusado hasta el empacho... Así que yo prefiero otra, para meditar, una que circula absolutamente al contrario: "Piensa como si hoy fuera el último día de tu vida".

Y así la he venido utilizando para el mismo fin que persigue la primera, pero desde el planteamiento opuesto. Y está muy bien, y tiene cosas de enorme interés, y puede ser tan beneficiosa para la mente y el espíritu como su hermana la bonita. Pero me había cuidado siempre -hasta ahora- de compartirla y mucho menos divulgarla, ya que me recriminaba a mí mismo de trucha contracorrientes, matavicentes para no ir con la gente y gilipuá repelente... Sin embargo, últimamente me entero que existe un filósofo francés que abunda en el mismo supuesto que moi, aún de manera más drástica y exagerada: "Si solo le quedara una hora de vida", y que incluso ha escrito un libro sobre ello, precisamente con ese mismo título -tendré que pedírselo a los reyes magos-.

Habrá que aclarar que pensar en la propia muerte es un ejercicio que viene de las más añejas tradiciones y filosofías clásicas, y que era una práctica habitual de las antiguas escuelas, al menos desde la cultura egipcia y las orientales. No es nada nuevo. Lo que pasa es que en esta sociedad consumista e ignorante cualquier enseñanza ancestral nos la venden como la última parida del no va más en las redes y alucinamos a lo George Lukas como perfectos tontolabas intergalácticos. Y tanto pensar en la vida, como en la muerte, es pensar en lo mismo, puesto que son dos partes de un mismo todo, de una misma y única realidad, la dos caras de una misma moneda, los dos cabos de una misma cuerda... Y, según mi experiencia al menos, lo que uno suele pensar en esos términos es en priorizar lo importante sobre lo banal, en hacer sin demora lo que nadie puede hacer por uno, en valorar solo lo que merece la pena... Y también, qué leches, en que no se quede nada dentro de uno que deba ser largado, compartido y comunicado.

Un ejemplo... Creo que comprometido ejemplo, pero, en fin, ahí va: lo importante es amar, pero lo que no tiene ninguna importancia es saber por qué se ama, o por qué nos aman... ¿Qué más da? El amor no tiene motivos, ni causas, ni siquiera tiene lógica. Amo, me aman, y punto pelota. Es un auténtico, misterioso e incondicional regalo, porque nadie, nadie, tenemos los absolutos merecimientos para ser amado. Pero alguien nos ama, y nosotros amamos a algunos. El problema es que nos exigimos a nosotros mismos saber los porqués de algo que no tiene ningún porqué, en lugar de recrearnos en la magia del aquel primer amor, por ejemplo, que, como río, corría de ternura en ternura por tus entrañas.

Siempre hay algo por lo que vale la pena vivir, reír, sentir. Nochebuena. Navidad. Veinticuatro o veinticinco rosas -diciembre es un estado de ánimo- para colgar en el pelo de quien amas. Territorio nostalgia. El blues de la esperanza. Y vivirlo como si fuera el último día de nuestras vidas.

Es posible que una de estas noches traiga la voz de los que no están. Siempre me ocurre. Hoy quiero recordar en estas páginas que durante tantos años fueron las suyas, a Ricardo Acirón. Mi profesor, mi maestro, mi mentor, mi amigo. Su tan inesperada como injusta partida, el enorme afecto que le profesaba, me llevan a compartir el dolor de su familia y el de tantos amigos que lo apreciaban. Este año, no me diste tiempo Ricardo -don Ricardo- a felicitarte la Navidad. Lo siento en el alma, profesor. Lo siento y me duele no haber pasado más ratos con usted. Gran parte de lo que soy y también de cómo soy, se lo debo a usted. Gracias. Un millón de gracias. Siempre en mi memoria y en mi corazón.

Feliz domingo. Que 2016 les colme de felicidad. Es mi deseo.

adebernar@yahoo.es