Hace unos pocos años asistí en Gáldar a una conferencia de un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Ehud Netzer, un docto y erudito historiador que aseguró que Herodes no fue el autor de la matanza de los inocentes. Sí, no se pasmen, esto no es una inocentada, va en serio: resulta que el pobre viejo Herodes ya la había palmado cuatro años antes de que quien fuera (parece que un sucesor suyo, un pariente) le cortara el pescuezo a los pobres niños. Netzer dijo en aquella conferencia que el Nuevo Testamento cometió un error de bulto al narrar los hechos y, además (siguiendo esa moda revisionista que ya ha contaminado a todos los textos históricos importantes -ahora hasta Judas era bueno, según su testamento apócrifo, comprado y exhibido por la Nacional Geographic-), explicó que lo que ha pasado con el pobre rey Herodes es muy pero que muy injusto.

Porque el hombre fue un gran rey, un constructor de edificios públicos y murallas, un gobernante prudente, un monarca sensato, un dirigente reflexivo, un político bien educado y es posible que hasta un excelente planificador. En fin, un tipo sabio y bueno, una especie de Adán Martín del judaísmo, para entendernos. Según nos cuentan ahora, Herodes hizo su tarea sin matar a casi nadie (quizá a algunos pocos sí, pero debían de ser pobres), y no cobró demasiados impuestos, y procuró llevarse muy bien con los romanos (los israelitas le detestan por esa actitud suya tan conciliadora con la gran potencia), y no mató a ningún pobre niño desvalido, ni siquiera a los impertinentes hijos de su cuñado, que seguro se pasaban pidiéndole a todas horas que tirara de sus influencias para conseguirles una Play4 nueva de trinque. La tradición cristiana, sin embargo, recuerda a Herodes como un ser vil y miserable, una especie de vampiro de sangre infantil, un cabroncete de mucho cuidado, que haría parecer a nuestro Narciso Ibáñez Serrador un modélico amante de los críos.

Es curioso cómo se escribe la Historia: supongamos que el profesor Netzer hiciera bien las cuentas y que toda la mala prensa de Herodes sea un invento disparatado: a ver quien le devuelve ahora a este caballero su honra y autoestima. Seguro que fue algún descendiente suyo, más mediocre, o más apandador, o más acomplejado, o más bajito, quien se dedicó a inventar toda una leyenda negra sobre su real crueldad infanticida y su falta de tino.

Pueden ustedes imaginar al mezquino sucesor del rey Herodes, con él todavía vivito y coleando, sin acabar aún de decidirse a pasar a la Historia, poniéndole a parir por las esquinas, ninguneándole y hablando de su reinado como si lo único que hubiera hecho el tipo hubiera sido entregarse a los romanos (los romanos debían ser como los viejos franquistas), e inventando historias truculentas sobre matanzas y rapiñas... El profesor Netzer hizo muy bien revisando lo de Herodes. Así nos damos cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol. Porque no me negarán ustedes que esta reescritura de la historia del buen Herodes se parece cada vez más a lo que se está haciendo últimamente con todos los santos varones (no necesariamente inocentes) de nuestra santa Transición. Porque al final no nos van a dejar ni a uno que no fuera un sinvergüenza, un corrupto o un malvado.