Bueno, finiquitó este año conflictivo, en el que los supuestos cambios no han sido lo suficientemente convincentes como para enmendar el rumbo de este país, que ha pasado y está pasando aún, pese a la propaganda triunfalista, por la sensible pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía y sus dudas al respecto sobre quién los va a sacar del atolladero en que otros mismos los han introducido con su política de recortes brutales, permisividad a la hora de los contratos basura con la consiguiente reducción de los salarios y de las indemnizaciones por despidos. Todo un diabólico conjunto de normas capaces de involucrar a la clase media de siempre en un angustioso dilema de llegar a fin de mes con los recursos más mermados que nunca.

Tampoco hace falta ser economista para barruntar que esta crisis, por muchas promesas políticas que se enuncien, no habrá forma de remontarla en muchos años, porque se ha perdido gran parte de ese equilibrio entre el bienestar social y el consumo, pues uno y otro son consustanciales para poder existir.

Con la pérdida de los empleos indefinidos y la proliferación de los contratos eventuales, ningún trabajador que se precie podrá albergar una mínima esperanza de ser autosuficiente como para construir su propia familia. A pesar de que la formación académica dista mucho de la heredada después de la Guerra Civil, con mano de obra poco cualificada y algunos capacitados afectos al régimen triunfador, los restantes, por evidentes razones ideológicas o laborales, emigraron hacia otros países más tolerantes. De igual modo, aunque por distintas razones, lo realizan hoy todos los universitarios que no encuentran acomodo para ejercer sus conocimientos, adquiridos con sacrificio personal y familiar. Cualquiera de nosotros tiene en mente ejemplos clarificadores de canarios dispersos por toda la geografía del orbe. Volver a las islas para muchos supondrá un deseo irrenunciable, que posiblemente no podrán realizar hasta que les llegue la hora de las anclas para vivir, posiblemente desarraigados, sus últimas etapas vitales.

Mientras tanto, la situación política ha dejado un saldo de incertidumbre, que no es sino el reflejo de lo sucedido en el resto del territorio nacional, donde el fracaso del bipartidismo ha sido muestra de la duda y repulsa de esta sociedad escéptica con sus representantes, que ha orientado su voluntad hacia los cantos de sirena de los partidos emergentes, que aún no terminan de cuajar con la suficiente fuerza y convicción como para erradicar las manidas costumbres de gobernar por cuatrienios alternativos.

Es por ello que ni el mismo Rajoy va a sentirse seguro en su sillón, sobre todo con un Aznar reclamando un congreso abierto para cuestionar su candidatura; como tampoco lo va a estar Pedro Sánchez, con su tremendo patinazo electoral y su precipitada carrera por postularse para repetir candidatura, antes que su propio partido, con Susana Díaz a la cabeza de sus barones, lo descabalgue de su puesto.

De seguir así, con la imprecisión para formar gobierno por falta de mayoría, la confusión está servida y la provisionalidad de este país será más evidente hasta que se convoquen de nuevo elecciones, con unas candidaturas -tal vez con ese de Soraya o Susana-, las que se enfrenten, quizá con más aceptación por parte del electorado que los actuales y fracasados pretendientes.

Pero no quiero concluir sin ceñirme al panorama de nuestras islas, en donde seguimos abrazados a la única industria rentable -sólo para las multinacionales del sector Servicios, nunca para el personal-, viendo el declive de los antaño monocultivos del plátano y el tomate cercados por la competencia exterior. Bien es cierto que se están produciendo tímidos despertares de algunas industrias complementarias, pero que no son suficientes como para absorber la demanda laboral interna. En cuanto al auge turístico coyuntural de nuestros puertos, son sólo afortunadas coincidencias que estamos obligados a mantener a toda costa; aunque siempre pendientes de la inestabilidad que pudiera producir un infausto trance yihadista, porque entonces todo se iría al traste.

En cuanto al también fallido rédito del nacionalismo canario, resulta lo suficientemente esclarecedor como para tomar cartas y hacer examen de conciencia en un similar congreso regional, porque al igual que con los dos mayoritarios, el pueblo canario se ha inhibido de lograr un grupo canario consolidado en el Parlamento o en el Senado. En su lugar, dos diputados, Oramas y Quevedo, independientes la una del otro, van a seguir clamando en el desierto parlamentario con el silencio ominoso de sus paisanos, inscritos en el ahora menos favorecido bipartidismo.

Podría haber hablado de cenas copiosas, campanadas con uvas y lingotazos de cava o sidra; pero qué quieren, prefiero tener los pies sobre la tierra y estar prevenido ante lo que se avecina. Ignoro si el futuro gobierno tendrá rostro femenino, pero está claro que, de serlo, será más coherente que el actual.

Está en mi voluntad desear a todos lo mejor para el año nuevo, aunque carezca de dotes de adivinación para afirmarlo.

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