Me agarro a cualquier noticia de índole cultural como un náufrago a un madero. Veo en la cultura -con todas las connotaciones que la palabra expresa- la salvación del género humano. Un pueblo sin cultura, sin la educación que ella comporta, más pronto o más tarde se irá a la deriva. Los trepas, los oportunistas, se aprovecharán de su desconocimiento e imbuirán en la mente de los ciudadanos conceptos totalmente opuestos a lo que significa la tolerancia, el respeto, la moralidad, etc., ideas estas plenamente relacionadas con una formación cultural.

Hace unas semanas ponderaba en una de mis colaboraciones la gran satisfacción que me había producido el acuerdo del Cabildo tinerfeño respecto a las colmenas del Teide. Me parecía absurdo -y así lo había manifestado en una ocasión anterior- que las quejas realizadas por los apicultores de la isla ante la posible disminución del número de colmenas fueran sistemáticamente silenciadas. Hay que proteger la tabaiba, la retama y toda la flora autóctona, cuando esta y las abejas han convivido en armonía yo creo que antes de que las huestes de Fernández de Lugo llegaran a la isla. Ahora, siguiendo el mismo derrotero -esta vez relacionada con la cultura-, otra noticia viene a alegrarnos el ánimo.

Porque la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la conocida UIMP, por fin va a tener sede permanente. Llegó a Tenerife en 1984 y se ubicó en el parque Viera y Clavijo con el propósito de contribuir al desarrollo cultural de la isla -si no estoy equivocado, para la inauguración de uno de sus cursos logró que Camilo José Cela diera la conferencia de apertura-, y bien que lo cumplió -y continúa esa labor-. Sin embargo, el cierre del Viera y Clavijo aportó horas malas para la institución, que se vio de la noche a la mañana compuesta y sin novia -léase sin local donde desarrollar sus actividades-. Afortunadamente existía por aquel entonces CajaCanarias, que no dudó en ofrecerles provisionalmente un espléndido local en el edificio Ceres, sito en la avenida Reyes Católicos, hasta que las instituciones tinerfeñas lograran resolverlo de manera definitiva. Y esto, por fortuna, ya se ha logrado.

Resulta evidente que la solución ha tardado más de lo debido, pero no se puede tener la menor duda respecto al interés que en ese sentido han manifestado el Gobierno autónomo, el Cabildo tinerfeño y el Ayuntamiento de Santa Cruz. La falta de un local apropiado acorde con el prestigio de la UIMP ha hecho que el acuerdo institucional se perdiera en el tiempo, pero la demora ha valido la pena. El edificio que mandó construir el marqués de Villasegura, el que todos los tinerfeños conocemos como la "escuela de comercio", albergará desde ahora la sede de la mencionada universidad. Y no se beneficiarán de las nuevas instalaciones -estoy seguro de ellos- solo los alumnos, sino la sociedad tinerfeña. Una vez asentada en su nueva sede no tardará en hollar de nuevo los caminos que las circunstancias le obligaron a abandonar, ofreciendo conferencias y seminarios que a muchos tanto benefició.

Esta misma semana he leído varias noticias relacionadas con el descenso de las matriculaciones en las universidades, tanto en las estatales como en las privadas. Los sondeos realizados entre el alumnado apuntan no solo a la carestía de dichas matrículas, sino a los elevados precios de las residencias; sin becas, muchos buenos estudiantes sin recursos se ven abocados a ocupaciones que no contemplan sus posibilidades futuras. En ese ambiente descorazonador que desgraciadamente vivimos, la apuesta de la UIMP es algo que a todos debe alegrarnos. Hubiese sido lastimosa su desaparición del ámbito cultural de la isla.