Todas las mañanas, a primera hora, atravieso el parque García Sanabria para acudir a mi trabajo. Concretamente desde la esquina de la calle Dr. José Naveiras, un poco más arriba del hotel Taburiente hasta la esquina de la calle Numancia con la calle Méndez Núñez, estando a mitad de camino la gran fuente central con la escultura dedicada al que fuera gran alcalde de Santa Cruz de Tenerife Santiago García Sanabria y la del escultor Francisco Borges Salas, "La fecundidad", más conocida por un nombre peyorativo por los tinerfeños.

Es un paseo muy agradable, con un poco de fresco a esa hora temprana, y en donde hay en el parque, muchas personas haciendo footing y paseando alegremente a sus perros.

Y también, hay una persona especial: el hombre del parque. Lo encuentro todas las mañanas sentado en uno de los bancos, siempre con la mirada baja, y siempre leyendo un libro. Es un hombre de unos setenta años. Al lado suyo tiene una bolsa, donde imagino habrá una manta. Por lo temprano de la hora, y al producirse todos los días del año, todo me induce a pensar que pasa todas las noches en el García Sanabria a la intemperie.

Está siempre solo. Nadie le ayuda. Nadie se compadece de él. No pide a nadie tampoco. En primavera, verano, y algún tiempo del otoño, la temperatura nocturna en la capital chicharrera suele ser agradable. En invierno, en muchas ocasiones, hace frío. Pero ¿dormir a la intemperie? Además del frío, lo incómodo que debe de ser para una persona entrada en años.

Cuando paso a centímetros del hombre del parque nunca me mira. Tiene una mirada fría y lejana, puesta siempre en el libro -siempre de bolsillo- que lee. Me pregunto: ¿cuántas horas estará sentado en ese banco? ¿Cuántas horas estará al día leyendo?

Pasan las semanas, pasan los meses, y la imagen mañanera es siempre la misma. Cuando estoy a diez metros de él, pienso que debo de hablarle, de preguntarle por qué está siempre en el mismo banco y en la misma situación. ¿Necesitará ayuda económica? Verdaderamente, no tiene donde dormir. ¿No conoce los albergues municipales? Pero no me atrevo a hablarle. Quizás algún día lo haga. Probablemente sí.

Me pregunto: ¿cómo habrá sido su infancia? ¿Su juventud? ¿Por qué lee tanto? ¿Porqué nunca levanta su mirada? ¿Quiso, tal vez, ser profesor?

¿Qué le ha impulsado a "elegir" esa esquina, precisamente esa esquina? Estamos viviendo la segunda decena del siglo XXI, la era de las telecomunicaciones y de la información a la décima de segundo y, sin embargo, alrededor de nosotros siguen existiendo situaciones que se han dado toda la viva.

¿Miserias humanas? ¿Somos todos insensibles? La imagen de los que no pueden hablar. La soledad de los que no tienen amigos. La más terrible de las soledades: la soledad de la vejez.

No nos debería costar tanto dialogar con los que no conocemos, pero sabemos que necesitan, probablemente, alguien que hable con ellos, y alguien que les escuche.

Estamos en la inmediatez de los whatsapp escritos y nos olvidamos de lo más humano que existe: hablar, hablar, hablar. Y sobre todo, escuchar a los demás.

Sé que volveré a verlo muchísimas mañanas más. Espero tener la fuerza y la valentía de hablar con él.

*Presidente de TuSantaCruz