El paro descendió en 13.000 personas en 2015 y Canarias terminó el año pasado con 247.529 desempleados, un 5 por ciento menos que doce meses atrás. Buen dato, pero con matices. La cifra de afiliados a la Seguridad Social creció en 24.597 y se firmaron 52.000 contratos más que en 2014 -un total de 707.000, aunque nueve de cada diez son de carácter temporal-. Los datos indican que la economía está creciendo de una manera muy lenta, con la creación de empleo en precario y con unas condiciones económicas todavía inseguras. Corresponde a las administraciones establecer mecanismos y vías para la generación de más actividad económica y de aumentar el atractivo para los inversores en todos los sectores posibles en un momento en el que la situación externa favorece a los intereses de este Archipiélago. Pero, en particular, Tenerife necesita más que ninguna otra isla inversiones en infraestructuras, licitaciones públicas que generen empleo en el diseño y construcción de nuevas vías que al mismo tiempo activen nuestra economía en todos los sectores, con proyectos nuevos y con iniciativas acordes a los tiempos que corren. Son necesarias acciones claras, concretas e inmediatas, como la que anunciaban esta misma semana las cámaras de comercio, que destinarán más de 1.500.000 euros a incentivos a las empresas que contraten a jóvenes menores de 30 años.

Los Reyes trajeron estabilidad política a Arona. La firma de un pacto entre el PSOE y Ciudadanos por Arona, un partido municipalista alejado de las tesis del Ciudadanos de Albert Rivera, permite crear un gobierno municipal con 15 concejales. Los socialistas han gobernado medio año con 12. Al margen de si este acuerdo incumple o no el pacto regional entre PSOE y CC, que es la fuerza que esgrime este argumento, lo cierto es que parece asegurar la gobernanza del tercer ayuntamiento más importante de Tenerife en función del índice de población que tiene Arona. Curiosamente, el segundo, La Laguna, sigue viviendo la incertidumbre en su grupo de gobierno. Es fundamental buscar la estabilidad política porque solo a través de ella viene el ansiado equilibrio económico. Para eso, se precisa el concurso de todos los agentes políticos, sociales y económicos para arrimar el hombro en una misma dirección. A sabiendas de que el entendimiento entre fuerzas políticas es sinónimo de estabilidad, es preciso alcanzar políticas de consenso que permitan atraer inversores y, por ende, la creación de puestos de trabajo con la consiguiente generación de riqueza.

Estabilidad política e inversores, de la mano. Este debe ser el objetivo para zanjar la incertidumbre de un país que desde el pasado 20 de diciembre vive pendiente de pactos. Es necesaria la política parlamentaria. Tras los resultados, es preciso buscar la negociación y el consenso sobre los personalismos para garantizar la inversión y evitar que, por los rifirrafes, la economía sea la gran perjudicada, llegando a aburrir a inversores que, ante la incertidumbre, prefieran buscar otros destinos fuera de España.