Ver a doña Monsi en la puerta del edificio despidiendo a su hermana, que se marchaba de regreso a Barcelona, ha sido uno de mis primeros deseos cumplidos de 2016. Cuando el taxi arrancó, la presidenta emitió un suspiro de pena y, girando sobre sí misma, volvió a entrar en el portal, donde pudimos comprobar que, una semana después, seguía embutida en el mismo traje negro que llevaba puesto en Nochevieja.

-Señora, que estamos a siete de enero y ya empieza a soltar un tufillo peligroso -le advirtió Eisi con la mano en la nariz.

-¿Eso me lo dices tú, exconvicto? -le respondió ella.

-Por favor, un poco de respeto delante de las mellizas -pidió Carmela, que se atrevió a decirle a doña Monsi que el traje era precioso, pero que, después de tanto tiempo, corría el riesgo de poner en peligro la salud del edificio como ya había hecho meses atrás, cuando no quiso levantarse de la cama durante días.

-¡Imbéciles todos! -dijo la presidenta, mientras entraba en el ascensor con movimientos torpes como una mariposa encerrada en su capullo.

Esa misma tarde, la Padilla montó una reunión de urgencia en la azotea. María Victoria fue la última en llegar. Su marido le confesó a Carmela que la tardanza se debía a que su esposa no tenía claro qué "leggins" ponerse.

-Después de Reyes tiene tantos donde elegir -se excusó él.

Media hora después empezó la reunión. La Padilla nos contó que Cinco Jotas llevaba con alergia desde el día de Año Nuevo y le echó la culpa a la falta de higiene de doña Monsi.

-La mujer huele que apesta y creo que mi cochino está sufriendo las consecuencias -se lamentó.

-A lo mejor es una promesa que hizo con las campanadas -apuntó Brígida.

-Sí, a la quinta campanada la vieja dijo: "Prometo cargarme a los vecinos con el sudorcillo que voy a acumular dentro de este traje". ¡Anda ya! La señora es una cerda y punto -dijo Eisi con un tonito de burla.

-Hay que quitarle el vestido -sugirió Alberto.

-Qué poca vergüenza decir eso delante de tu propia mujer -le recriminó María Victoria que se había decantado por unos "leggins" de cocodrilo del Nilo.

Después de un rato discutiendo, quedamos en que la acorralaríamos en el portal y, entre todos, intentaríamos sacarla de aquel vestido pestilente. Eisi organizó el dispositivo.

-Carmela cubrirá el flanco derecho del ascensor y Úrsula, el izquierdo. Walter y Neruda la placarán cuando salga del aparato y la Padilla, Brígida y María Victoria harán lo más difícil: sacarle el vestido -nos explicó al más puro estilo policiaco.

A las nueve en punto, el botón de llamada del ascensor se iluminó. Eisi hizo un gesto para que nos pusiéramos en posición.

Cuando se abrió la puerta, vimos, pero sobre todo olimos, a doña Monsi. A pesar del ataque ordenado que había planificado Eisi, todos nos lanzamos sobre ella a la desesperada, pero la mujer se revolvió como escarabajo panza arriba y logró escapar rodando.

-¡Atrás! -gritó la presidenta, tirada en el suelo y apuntándonos con las piernas en alto.

-Doña Monsi, si no se quita ese vestido, llamaremos a los bomberos -le amenazó la Padilla, y a María Victoria se le agitó el corazón y dejó ver una sonrisita.

-No podemos negar que está usted impresionante con ese traje y estamos seguros de que si Rita Hayworth levantara la cabeza se moriría de envidia, pero es urgente que se cambie de ropa ya -le dijo Carmela.

Al verse acorralada, doña Monsi estalló en llanto y habló como pudo entre sollozos.

-Es que no puedo quitármelo. Estoy totalmente encajada por culpa de los cinco kilos que he subido de tanto polvorón en Navidad -confesó entre lágrimas.

Sus palabras nos rompieron el corazón a todos, incluido Eisi.

-Yo tengo un colega cerrajero. Fue el que me ayudó a escapar de la cárcel la primera vez -dijo conmovido.

Esa misma noche, un tipo más flaco que el iphone 6 de perfil, inició la operación de alto riesgo y, después de más de tres horas y quince cervezas, logró extraer a doña Monsi del traje sin daños colaterales. La mujer se quedó tan agradecida que le regaló una caja de polvorones y ha nombrado a Eisi jefe de máxima seguridad del edificio.

No nos queda nada.

@IrmaCervino eledificiodelaesquina.blogspot.com