A lo largo de una dilatada vida, nunca conocí a una persona que abarcara tanto como esta mujer, que sacó tiempo para ocuparse principalmente de su familia, de su vida social y de tanta generosidad y entrega. Casada y con una prole de siete hijos, uno de ellos con discapacidad psíquica, tuvo tiempo para todo.

Mi relación con ella se inició en los primeros tiempos de Aspronte, la asociación tinerfeña que más ha hecho por los discapacitados en Tenerife. En aquellos años nuestra máxima era defender los derechos de nuestros hijos, que recibían mayoritariamente un rechazo de la sociedad, pero sobre todo la incomprensión de muchos padres a los que les costaba reconocer la incapacidad de sus hijos. Fueron momentos muy duros y un grupo de amigos trabajamos para poder integrarlos. Entre ellos estaba Conchita, que con fortaleza, abnegación, sacrificio y espíritu luchador permitió conseguir logros insospechados y el reconocimiento de una sociedad larvada que les miraba de soslayo, cuando se diferenciaban poco de los demás.

Además de mi querida Conchita, participaron en aquel conjunto: Maximiliano, Ramiro, Eloy, Salvador, Nicolás, Ulpianio, Delia, Mucha, Inmaculada, Calvo, Pepe, o Claudio, entre otros, a los que pido perdón de antemano si no los he nombrado. Recuerdo, eso sí, a una señora de una asociación de Amas de Casa, que asistía a las interminables reuniones de los miércoles, precisamente cuando todo el mundo estaba pendiente del fútbol. Fue ahí cuando dejaron patente su espíritu de sacrificio para conformar una asociación que es hoy paradigma de cómo se tienen que hacer las cosas.

Organizábamos eventos, cuestaciones, cenas, reuniones de familia... con el objetivo de recaudar fondos para la creación de un gran centro. En esta labor Conchita, como los demás, era una auténtica puntal, conseguía buenos regalos que sorteábamos en las cenas y disponíamos de una estrecha colaboración con algunas empresas o instituciones, como la colonia indostánica o el Club Náutico La Galera. En una ocasión en una cena los premios sorteados recaían siempre en una de las mesas, por lo que los invitados empezaron a rezongar y uno de ellos se convirtió en el gran protestón, acusando a la organización de tongo, pero la casualidad fue que el mejor premio, un bello objeto de plata que debía costar un pastón, le tocó precisamente a él, por lo que no supo cómo salir del atolladero.

A pesar de una notable diferencia de edad, surgió una entrañable amistad con su marido, Nicolás, que falleció hace veinte años, y ella se acopló perfectamente a mi mujer, Paquita, por la que sentía verdadera adoración. Fuimos uña y carne durante muchos años, salimos a comer, hicimos viajes juntos, y compartimos alegrías y vicisitudes. Nicolás y yo éramos las estrellas en cada crucero que disfrutamos. En una ocasión, en el puerto de Beirut dando un paseo, alguien los nombró en alto: ¡Nicolás García Alayón!, dijo, y eran unos amigos de la etapa que vivieron en Guinea. El mundo es un pañuelo.

Son muchísimas las anécdotas y los buenos momentos que podría contar. Como cuando paseando por el gran Bazar de Estambul, donde las señoras no paraban de entrar a puestos de bisutería, un judío sefardí de una tienda de pieles y cuero nos invitó a té y nos sentó en unos taburetes en la puerta a fumar una pipa ante las risas del resto de pasajeros del barco. En otra ocasión en El Cairo, en una sala de fiestas en el desierto, Nicolás, que hablaba una jerga rara, era el que se entendía con el moro, que no paraba de llenarnos los vasos. Qué momentos tan divertidos, alegres e inolvidables. Cómo era aquella época que en una tienda de alfombras en Estambul pagamos con un simple talón del Banco Exterior.

La pérdida de Conchita, a los 89 años la semana pasada, pese a la edad, ha sido un momento muy triste para nosotros. La vida tiene estos reveses duros, que como cristianos hemos de superar. Era un auténtico torbellino y luchadora, como dijo su hijo José Manuel: "Jamás se rindió ante la adversidad, porque esa palabra no existía en su vocabulario".

No la olvidaremos, pues ha dejado su impronta de grandes valores y un ejemplo para sus herederos. Nuestro más sentido pésame a sus hijos y familiares. La seguiremos queriendo.

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