Primera secuencia (monólogo de hombre solo).Horrorizado. Muy horrorizado. Tan horrorizado que me tengo que contener para no meter la pata hasta el fondo. Horrorizado por lo de la CUP, por Junt pel Sí, por el ahora "president", por Esquerra Republicana, por el PP, por el PSOE, por Ciudadanos... Horrorizado por lo que representa la industria de la política en este país, que solo busca la gasolina del poder y deja en la cuneta la esencia del progreso humano: la práctica coherente de las ideas cinceladas por el consenso. Lo único que merece la pena. Horrorizado por esta España que se muestra incapaz de ser valiente, de dar la vuelta a sus propios calzones y despejar de una vez el hollín solidificado en los bolsillos. Horrorizado por la voluntaria incapacidad de miras y por el absoluto desconcierto que se entrevé en medio de tanta banalidad, superficialidad y ausencia de cordura. No me gusta Susana Díaz, no me gusta Mas, me pasa lo mismo con Rajoy y estoy a punto de no aguantar ni un segundo más a Sánchez. No sé lo que me ocurre. Qué invasión es esta. Me miro en un espejo limpio y el gesto que recibo es lo más parecido al mismo horror, acompañado por la cara de felicidad de alguien con parecido extremo a Alarcó. ¡Qué horror! Por favor... No tengo escapatoria (me digo a la vez que me observo de arriba abajo). Me siento encerrado, atado, encarcelado, sin ganas de hacer cumbre, sin ánimo de aligerar el cambio, sin la quietud idónea para mover algo: apesadumbrado, condenado, retirado, viajando hacia otra parte. Estoy hasta los "teides" de la realidad del todo es mentira. También horrorizado, desando el camino, marcho hacia la verdad sin quejas, retomo el vuelo y me poso en la rama de un almendro en flor. Al fin en otro lugar.

Segunda secuencia y final (vidas entre las flores). La verja ha recuperado su verde intenso de campo lluvioso. Los perros ladran en son de paz. El naranjo huele a aroma sincero e irrepetible. El gallo picotea en la coronilla de la gallina cercana. La oveja entra y sale con los corderos arremolinados entre sus pezuñas. Hay paz y luz azul espléndida. La tranquilidad no deja pasar el tiempo con su densidad de freno inamovible. La parada cuesta superarla con el arranque. La soledad es un rayo de sol que alumbra entre las ramas junto al canto de bandadas de pájaros verdes, azules, marrones y siempre alborotados. El perro chico camina a por uno de ellos y hace el ridículo. El perro grande se lame la cola. Hay dos tomates rojos que piden ser recolectados. La sal se ha convertido en piedra. El vino se halla a temperatura ambiente. Los perros acuden de nuevo a la verja. La reja se abre herrumbrosa en sus coyunturas. Los pasos ponen la música de la compañía. Los tomates han dejado de ser huerta para ser ensalada. La sal ha iniciado su retorno a lo fluido. La caída del vino sobre el vaso chato simula la canción de un pájaro desconocido. El rayo de sol que apunta hacia el plato se convierte en un encendido de bienvenida. Los durazneros lucen colores de carnaval. También los perales, los ciruelos y las higueras. La hierba verde está alegre por su reboso de sereno. Todos los sonidos de la naturaleza repican complejos e identificables. La amistad reposa debajo del árbol que se deshoja sin ser caduco. Hay enjuague de tomate con zumo natural de listán negro. El picor de la sal habla del placer de lo sencillo. Todo lo repugnante se ha colocado en un segundo plano. La nueva fotografía no tiene profundidad de campo. El enfoque está en lo cercano. El desenfoque se lleva al fondo. Un pájaro se posa en la mesa y tira de migaja de pan. Brinca, huye, regresa, se vuelve a ir, insiste, se queda quieto y mira fijo. Callamos, vigilamos, vemos, disfrutamos de lo que pasa... Silenciosos deseamos que esta foto ya sea para siempre. (Fundido en negro).

Fuera de plano, pienso que un día de estos estaré igual de quieto que en ese último plano, petrificado por el aroma de los frutales y por los sonidos sinceros de la naturaleza. Entonces seré feliz.

@gromandelgadog