El pueblo dijo hágase la luz. Y se creó Endesa. Y después dijo hágase el Parlamento. Y se reunieron en Madrid trescientos cincuenta diputados y un niño. Y de todo eso nos hemos quedado con poderosas imágenes mediáticas. La más polémica fue la de Carolina Bescansa, diputada de Podemos, que se llevó a su hijo de pocos meses hasta el hemiciclo, donde en un momento dado le dio el pecho. Mucha gente criticó algo que parece perfectamente normal. Tan normal como ser una astronauta y llevarte a tu hijo a la estación espacial. Y bien mirado, el escaño del Parlamento es un buen sitio para enseñar a mamar a una criatura. Es una poderosa metáfora de los tiempos que corren. Algunos diputados incluso, como el popular Gómez de la Serna, podrían enseñarle las mejores técnicas de lactancia.

Además de esta intrascendencia hubo cosas importantes. Pese a los negros presagios, se logró un consenso político para elegir a la Mesa de la cámara. Albert Rivera, de Ciudadanos, tomó la iniciativa de una negociación que consiguió desbloquear el desacuerdo entre el PSOE y el PP. La abstención de los populares permitió la elección de un presidente del Parlamento socialista y sumió a Pablo Iglesias en un colosal cabreo.

Podemos ganó por goleada en el terreno del show mediático en la sesión inaugural del Congreso, pero perdió espacio político. Las "líneas rojas" que ha trazado Pablo Iglesias han sacado a Podemos del terreno de los acuerdos. Es tan normal aspirar a tener cuatro grupos parlamentarios (que equivaldría a ingresar unos dos millones de euros al año y a tener cuatro turnos de palabra) como aceptar resignadamente que el resto de los grupos te manden cortésmente a freír puñetas. Negociar es ceder por un lado y ganar por el otro. Pero Iglesias parte de posiciones maximalistas de ganar sin ceder, tal vez porque no sólo no tiene miedo a que se convoquen nuevas elecciones, sino que incluso lo desea.

Prometer la Constitución al mismo tiempo que se adelanta el deseo de cambiarla para reconocer la "soberanía de los pueblos de España" es legítimo. Tanto como que el PSOE, Ciudadanos y el PP consideren que la unidad del Estado es intocable. La cuestión territorial se vuelve así el centro del debate desplazando otros asuntos tan urgentes como las políticas educativas, sanitarias o laborales. ¿Cambiar el modelo de Estado es más importante que cambiar la vida de los sufridos ciudadanos de ese Estado? Es lo que parece.

Por el caminar de la perrita se puede atisbar que Ciudadanos empieza a ocupar un espacio de centralidad entre la derecha y la izquierda que le puede dar protagonismo. Y lo peor para Podemos es que son ellos los que se lo han regalado. Las alianzas con los partidos independentistas pasan ahora una costosa factura de imposibles. Se notó en el indisimulado cabreo que tenía el miércoles Pablo Iglesias con Rivera. A este paso no va a ser el último berrinche que se coja.