El miércoles, mientras el país se entretenía con el show de Podemos en el Congreso de los Diputados, Fernando Clavijo estaba en Madrid en una reunión con el embajador de Francia para captar inversiones francesas en las Islas, pero aprovechó -como hacemos los de provincias cuando vamos a la Corte- para meter en el saco todos los asuntos pendientes.

Clavijo quiso que el viaje cundiera: la situación política en Madrid es completamente volátil, como quedó demostrado en la elección del presidente de la Mesa de la Cámara. A pesar de los parcos resultados de Coalición en las últimas elecciones, el voto de Ana Oramas tiene un efecto simbólico. Tanto el PP como el PSOE han renunciado ya a construir mayorías absolutas, y en esa tesitura, el apoyo de un partido con peso territorial tiene un carácter simbólico. Clavijo quiere vender ese voto suelto y dotarlo de una potencia -la potencia de uno- que no tendría en una negociación tradicional. Pero en esta nueva etapa nada es tradicional: Rajoy espera cerrar un acuerdo con Ciudadanos al que apoyarían desde fuera otras fuerzas nacionalistas moderadas. Y Sánchez espera que esa opción fracase, para poder ofrecer un acuerdo "progresista" para su investidura a la que espera se puedan sumar Ciudadanos, Podemos, el PNV y Coalición Canaria. Las dos opciones son muy difícilmente articulables, más aún visto lo visto en la primera sesión del Congreso, y darían lugar a gobiernos débiles y a una legislatura que requeriría de un constante ejercicio de equilibrios y consensos. Pero tanto el PP como el PSOE van a intentarlo, y Clavijo aprovechó ayer para dejarse querer por ambos partidos. Se reunió en el hotel Ritz con María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, que le pidió el apoyo a la investidura de Rajoy, y también se encontró con Pedro Sánchez y César Luena, que le pidieron que apoyara la investidura del candidato socialista. Las dos opciones en el mismo día, y a las dos la misma respuesta: "si sale, lo apoyaremos". La receta tradicional de Coalición Canaria en estado puro. Sumarse al apoyo del que consiga gobernar a cambio de una agenda para las Islas.

Una pequeña parte de la reunión con los socialistas la destinó Clavijo a hablar con César Luena de los pactos en Canarias, o (sin eufemismos) a pedirle al PSOE que le aprieten la correa a Javier Abreu, un tipo al que es difícil ponerle correa, no digamos ya apretarla. De todos los incumplimientos municipales, lo único que realmente preocupa a Coalición es que Abreu promueva en La Laguna una moción de censura contra el actual alcalde. Que el PSOE resolviera en Arona un acuerdo al margen del pacto parecen haberlo aceptado los nacionalistas sin grandes complicaciones: lo que tienen en Arona -una estructura heredada del "bertismo"- tampoco es que sea precisamente para tirar voladores. Pero Clavijo tiene mala conciencia por los apuros de José Alberto Díaz. Fue él quien le endosó a su amigo Díaz el muerto de una Alcaldía muy complicada. Por eso va a jugárselo todo para evitarle complicaciones al alcalde. Si finalmente el voto de Coalición sumara en la investidura -en la de cualquiera de los dos candidatos actuales- Clavijo contaría con otra baza. Una baza que probablemente no tendría en la otra opción, la opción de la que no quiere hablar nadie, que es la de un Gobierno de gran coalición.