O los atracadores al tren de Glasgow. Tanto da. Y me temo que, poco más o menos, sucede con las demás operadoras de telefonía que concurren en nuestro país.

Soy usuario, cliente, o como se quiera denominar, de Telefónica desde hace más de cincuenta años. Fiel a esta operadora he rechazado las ofertas que tras múltiples e impertinentes llamadas a mi teléfono me han hecho Jazztel, Ono, Orange... Y esta fidelidad se ve castigada con la cata que Movistar me envía con la última factura de 4 de enero.

En octubre de 2013 modificaba mi relación con Movistar contratando el paquete Movistar Fusión 4G al precio de 49,90 euros cuota mensual. En junio de 2015 la cuota se incrementaba en 1,79 euros. En julio de 2015 la cuota se incrementaba en 2,39 euros. Ahora, como si fuera un regalo de los Reyes Magos, se me anuncia que la cuota mensual, a partir de 5 de febrero, será de 68,38 euros; o sea, la cuota se incrementa en 14,35 euros. Y se pone el "establecimiento de llamadas nacionales" en 20 céntimos/llamada.

He de suponer que estas modificaciones no es cosa que me afecten solamente a mí. Es seguro que muchísimos usuarios de Movistar la habrán recibido también. Anunciarte una subida del 26,6% diciéndote que "le recordamos que en caso de no aceptar las nuevas condiciones podrá ejercer su derecho a resolver el contrato sin coste alguno llamando al 1004" es toda una delicadeza.

No sé si pretenden justificar el incremento de cuota con el primer párrafo de la carta: "Desde el 18 de diciembre de 2015 las líneas móviles de Fusión + incluyen 1GB adicional". Y así, GB a GB, te van clavando.

Como decía recientemente al referirme a nuestra dependencia impuesta con los bancos, creo que lo mismo nos pasa con las operadoras telefónicas. La evolución de las tecnologías de la comunicación en todas sus vertientes te sitúan en el interior de una tela de araña de la que no puedes salir. Y te van fagocitando paulatinamente sin solución de continuidad.

Los atracadores al tren de Glasgow corrían un riesgo. Estos otros, no.