Nicaragua celebra por todo lo alto el primer centenario de la muerte del poeta nicaragüense Rubén Darío, considerado ''El príncipe de las letras castellanas y Padre del modernismo'', y que alcanzó con sus poesías una renovación del arte literario en español.

Para celebrar el centenario de la muerte del poeta, que nació el 18 de enero de 1867 en Metapa (ahora Ciudad Darío) en Nicaragua, y murió el 6 de febrero de 1916 en León, desde este fin de semana, y hasta el jueves, 21 de enero, se celebra el XIV Simposio Internacional Rubén Darío, que contará con ponencias académicas, poesía, canto y danza.

El evento contará con la presencia de directores de las academias de lengua de varios países, y de nicaragüenses que disertarán sobre el legado de Rubén Darío en la poesía hispanoamericana, la actualidad de las crónicas rubendarianas en el siglo XXI, así como sobre su vida y su obra.

Entre los asistentes se encuentra el director de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), Darío Villanueva, quien este lunes, 18 de enero, será investido doctor honoris causa en un acto que se celebrará en el Paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma de León.

Villanueva ha sido invitado por la Academia Nicaragüense de la Lengua, en donde pronunciará una conferencia sobre Rubén Darío y participará en distintos actos.

También está prevista la publicación de una edición conmemorativa, a cargo de la RAE y la ASALE, dedicada al autor de ''Azul'', y que aparecerá con motivo del VII Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en Puerto Rico del 15 al 18 de marzo de 2016.

El aniversario de Rubén Darío coincide con el de Miguel de Cervantes, fallecido hace cuatrocientos años. El poeta nicaragüense, gran admirador de la obra cervantina, hizo un viaje a Argamasilla de Alba (Ciudad Real) a comienzos del siglo XX del que dejó constancia en el artículo titulado ''En tierra de don Quijote'', publicado en La Nación de Buenos Aires el 9 de abril de 1905.

HÉROE NACIONAL.

En Nicaragua, Rubén Darío es considerado ''Padre de la Patria'' y ''Héroe Nacional''. Por ello, el Gobierno nicaragüense ha decretado honrar durante todo el año 2016 al ''Poeta de Nicaragua y del Mundo'' en todo su sistema educativo y en todas las instituciones del Estado centroamericano como máximo patrimonio artístico y cultural.

Darío (bautizado como Félix Rubén García Sarmiento), vivió su infancia y adolescencia en la ciudad de León, que era entonces el centro cultural y académico más importante de Nicaragua, sede episcopal y sede universitaria; allí sería conocido como "el poeta niño", por su asombrosa facilidad de escribir versos rimados, y su fama alcanzaría pronto a toda Centroamérica.

El hogar de su tío, el coronel Félix Ramírez, era centro de célebres tertulias que congregaban a la intelectualidad del país; en este ambiente culto creció el pequeño Darío. Muy precoz, ya sabía leer a los tres años, y a los seis empezó a devorar los clásicos que halló en la casa; a los trece ya era conocido como poeta, y a los catorce concluyó su primera obra.

No sería sin embargo hasta 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se dio a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por el prestigioso novelista Juan Valera.

Considerado el Walt Whitman de América y también como el Luis Gongora del Nuevo Continente, lideró muchos movimientos literarios en Argentina, Chile, España y Nicaragua, y es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico.

DOS FORMAS DE EMBRIAGUEZ.

Según el poeta Rubén Salinas, la existencia del autor de ''Cantos de Vida y Esperanza'' quedó marcada por dos formas de embriaguez: la sensual y la alcohólica.

Poeta, periodista y diplomático, Rubén Darío vivió intensamente los 49 años de su existencia. El autor no tuvo una infancia feliz, ya que sus padres se separaron poco después de su nacimiento, y fue criado por unos tíos abuelos.

Sin embargo nació con ansias de ampliar horizontes, de conocer América Latina y el mundo, ansias que a menudo chocaron con su falta de recursos. Eso lo llevaría más adelante a explorar la diplomacia y la corresponsalía como profesiones.

El Salvador fue su primer destino y esa visita jugaría un papel fundamental en su evolución como poeta: fue ahí donde, junto al poeta salvadoreño Francisco Gavidia, profundizó sus conocimientos de la poesía francesa.

Darío no logró permanecer quieto mucho tiempo. Viajes a los vecinos países de El Salvador, Guatemala, Panamá, Cuba y México, temporadas en Chile y Argentina --en éste último país en calidad de Cónsul de Colombia-- corresponsalía en España para el periódico argentino La Nación, visitas breves a otros países europeos, entre ellos Francia, Italia y Alemania, giras por Estados Unidos, Brasil y el Cono Sur.

En cuanto a la vida sentimental del autor, tres mujeres jugaron un papel importante en la vida de Darío: su primera esposa, Rafaela Contreras, que murió joven, dejándole un hijo, Rubén Darío Contreras; Rosario Murillo, con la que Darío contraería matrimonio, en un episodio que describiría como "el caso más novelesco y fatal de mi vida ... una página dolorosa de violencia y engaño", y Francisca Sánchez.

Esta última, una campesina española, a la que inmortalizó en el poema que lleva su nombre y en cuyos brazos Darío buscó refugiarse del desastre que fue su segundo matrimonio. Con ella tendría tres hijos, dos de los cuales fallecerían poco después de nacer.

El alcohol también fue un importante protagonista de la vida de Rubén Darío, al que provocó problemas de salud que terminarían con su muerte temprana.

Tal vez fue la cárcel de un hombre sensible y genial a quien los contratiempos de la vida herían profundamente su alma, que buscaba desesperadamente el amor.

"Nunca un alma más pura se albergó en un cuerpo más pecador, sin mancillarse; era como un rayo de estrella reflejado en el fondo de un pantano", llegó a decir de él su amigo Vargas Vila.