Hace algunos años escribí sobre esta cuestión que en parte no me ha abandonado desde ese tiempo, dado que es una preocupación no solo mía, sino de aquellos que así se consideran. No basta con estar afiliados a este o aquel partido nacionalista. Es mucho más, y ahora cuando la sociedad y los pueblos corren a velocidad de vértigo, se hace necesario claridad en los conceptos y en las identidades.

La gran pregunta, ayer como hoy, es: ¿todos los que están afiliados y hasta militan en partidos que se denominan nacionalistas se consideran nacionalistas? Tajantemente hay que decir que no.

Considerarse nacionalista es no tener miedo a las imposiciones disfrazadas en leyes y mandatos que llegan de extramuros, y enfrentarse a ellas con claridad ideológica para definir qué clase de pueblo queremos ser. Si un pueblo sumiso, cuasisumiso o independiente.

Dejar de tragarnos que estamos subvencionados, pregonar con voz ideológica que no estamos atados al ombligo de Madrid; zafarnos de esa atadura es una meta, ya que nos impide elaborar nuestras exigencias económicas y políticas empantanadas en un Estatuto fantasma que nunca acaba de llegar, lo que nos hace restar impulsos y negociar siempre a la baja, haciéndonos creer que vivimos y nos desarrollamos gracias a su tutela. Y hay quienes se dicen nacionalistas dentro del escenario del nacionalismo canario que, efectivamente, tienen asumido, en su pseudoconciencia nacionalista, que esto es así. Que solos no somos nadie, que hay que continuar con la reverencia, el halago y el tutelaje.

Ser nacionalista no es construir un discurso aquí y otro allá; el discurso nacionalista tiene que sonar igual en toda Canarias. Con la misma letra sustentada en una ideología que simplemente se llame nacionalista.

Ser nacionalista es tener claro qué es la diferencia, la cultura, lo que nos sitúa en el camino. Diferencia que señala la ruta, por lo que tenemos que descubrir dónde están la trampa y el cartón; dónde los cantos de sirena y dónde están los otros; en qué sitio se encuentran los que son nacionalistas desde siempre, por mera supervivencia y compromiso ideológico consigo mismos y donde los espurios que confunden con palabras rodeadas de torpes y escasas ideas repetitivas. Y no desde ahora, sino desde hace años, anclados en unas proclamas romas alejadas de lo que debe ser un discurso nacionalista.

Ser nacionalista es asumir que el nacionalismo es una ideología que decide que el territorio que habitamos, Canarias, es una nación y no quedarse en el imaginario, sino dispuesta a investirse cuando sea con los ropajes de un Estado. El que transite por otro lado, el que se aleje del atajo, será un buen gestor, una buena o mala persona, pero un espécimen situado fuera de un nacionalismo consecuente, huérfano de ideología.