En estos días de trastorno y desconcierto poselectoral, se dicen muchas tonterías (realmente los políticos escupen boberías en público cada segundo, en muchas ocasiones sin ser conscientes de tales mamarrachadas). Una de ellas, quizá la más repetida y vulgar del gordo ramillete construido tras el 20D, es aquella que alude de forma insistente, y por lo tanto cansina, a "lo que quieren los ciudadanos" o "han dicho los ciudadanos en las urnas"; o sea, a los supuestos mensajes que emanan como gases benévolos (de lectura interesada) tras el recuento de las papeletas de los últimos comicios generales celebrados en este país, tan acostumbrado a despertar a sus vecinos con sobresalto tras sobresalto, y a las pruebas me remito (el lunes hubo otro de calado).

En esta nueva España del voto fragmentado, en la que por fin cuentan más de dos (la destrucción del bipartidismo del hoy para ti y mañana para mí), "lo que quieren los ciudadanos" o "han dicho los ciudadanos en las urnas" nadie lo sabe y nadie lo puede interpretar sin riesgo a equivocarse, incluso con el castigo supremo de tener que darse un leñazo. No seamos tontorrones: la única lectura posible y real en unas elecciones sin truco es la mayoría absoluta, pues lo demás ya siempre será no contar con lo que pretendía cada votante de forma estricta al ejercer su derecho a elegir: pura lejanía y neta discrecionalidad de los partidos con representación parlamentaria. El elector, en las condiciones actuales, solo sirve para eso: para votar y se acabó durante un tiempo, y son muchos los que se conforman con tan microscópico premio que otorga esta imperfecta democracia.

Con la estructura actual, con eso tantas veces oído de nuestro Estado de derecho, no puede ser de otra manera. Por ello, en esta coyuntura política, propongo a los líderes de los partidos que dejen de desgastar aquellos manidos recursos y digan de una vez y en voz muy alta lo que cualquiera que tenga dos deditos de frente ya ha podido adivinar sin riesgo a equivocarse; esto es, que solo hay tres opciones: que se repitan los comicios en mayo próximo (el mes del que se habla), que haya un gobierno apoyado (incluye la abstención) por la derecha (PP y Ciudadanos -los nuevos de mentirita-) y el centro-derecha (el PSOE que abandera Susana Díaz) con repetición de la jugada, o que se cree un nuevo ejecutivo liderado por los socialistas (la victoria interna de Sánchez, del partido colocado en el centro-izquierda) al contar con suficiente respaldo (se incluye la abstención de Ciudadanos) tras la suma de los escaños de la izquierda (Podemos e IU) y los nacionalistas (un grupo compuesto por todas las tendencias: PNV, ER, CC...).

En el segundo de los supuestos, tendríamos un presidente ya conocido: Mariano Rajoy, la persona fotografiada junto a la corrupción; en el tercero, uno nuevo de un partido muy viejo (también sabe lo que es la corrupción): Pedro Sánchez. Y sanseacabó... Creo que no hay más. No rebusquen, que no veo más colores en el espectro que ha dejado el 20D. Todo lo demás es darle vueltas a la misma tortilla, con lo que se corre el riesgo de que se queme o quede muy reseca. Luego no sabe a nada.

Si alguna de estas dos fotos se revela y aparece bien enfocada, tantos unos, los vencedores, como otros, los vencidos, seguirán utilizando idénticos mensajes catatónicos como justificación central de la victoria o de la derrota. Los encumbrados dirán que se ha hecho "lo que quieren los ciudadanos" o "han dicho los ciudadanos en las urnas", y los aplastados, que no se ha hecho "lo que quieren los ciudadanos" o "han dicho los ciudadanos en las urnas". En este caso, se acompañará de un "se ha pervertido el resultado de las urnas" o "ha habido un fraude a la democracia".

Así lo veremos, y me temo que ocurrirá en el último minuto, en el mismo instante en que se consiguen los billetes más baratos. Hace un tiempito que les importa un comino lo que han dicho las urnas. Están en su presente: la política. No seamos ingenuos, por lo menos con aquellos que ya sabemos cómo vuelan.

@gromandelgadog