Las ilusiones perdidas son hojas¡ay! desprendidas del árbol de corazón

José de Espronceda

Los diversos comentarios que han despertado nuestras reflexiones sobre la influencia de las nuevas tecnologías en el sector mundial del turismo nos obligan a profundizar algo más en ello, dada la importancia que reseñamos sobre el valor del insustituible trato personal en la gestión del mismo.

En todo esto concurren hechos que se apartan totalmente de la lógica para caer en la presencia de la más profunda ignorancia y falta de capacidad, lo que ha llevado a cercenar los más importantes proyectos mundiales creados para gestionar situaciones puntuales que afiancen el conocimiento necesario para enseñar a quienes van a participar en el trabajo del turismo, ya sea como simples profesionales, como dirigentes políticos o como empresarios involucrados.

A veces, ante situaciones realmente esperpénticas, dudamos de que nos hayan servido para algo los más de veinte años de estudios alrededor de la cultura de paz, paréntesis de valor incalculable dentro de esos más de cincuenta años que llevamos estudiando y enseñando la gestión y los valores del turismo. No es de recibo respuestas contraproducentes, increíbles, como las que en muchas de las situaciones hemos tenido que soportar -y al parecer tenemos que seguir soportando-, donde la bondad y la calidad del trabajo, así como nuestra actuación, han tenido rúbricas incuestionables por su honestidad, calidad y excelencia. La verdad es solo una e incontrovertible y la historia está ahí para rubricarlo.

En este escenario los daños pueden ser de "menor cuantía", o pueden tener consecuencias irreparables que afecten a todo un panorama que se escapa del conocimiento de aquellos que las producen, convirtiéndose en monstruosos -por emplear una palabra que recientemente me ha sido mencionada- por la magnitud de los mismos. Daños que han podido afectar de forma directa a miles de personas, sin que su percepción haya sido entendida, ni tan siquiera analizada, por quienes los han producido amparados en un poder constituido o económico, que les han dado patente de corso para actuar sin ninguna tipo de responsabilidad por las consecuencias de sus hechos.

El mundo se mueve dentro de estos parámetros y el sector turístico los tiene que sufrir, pues las estructuras de esa falsa democracia en que nos movemos tienen la facultad de darles valor a las más impropias y devastadoras acciones sin nada que se les pueda oponer legalmente.

No escapan de estas malhadadas acciones las individualidades ganadas por la incomprensión, la falta de reflexión y la soberbia, defectos humanos contra los que se estrella de frente la humildad y la bonhomía, afortunadamente presentes en muchos de los casos para ayudar a entender la parte negativa del desarrollo de la mente humana, tarada por falsas ideas basadas en principios arcaicos que no dejan ver el horizonte del mundo en que viven a quienes las profesan. Eso de la compresión humana -que tanto ha estado presente en la cultura de paz en los programas que hemos estudiado e impartido en los últimos veinte años, o que Rotary Internacional ha sellado con su Día de la Comprensión Mundial, anualmente el 23 de febrero- está muy lejos de conseguirse, como vemos diariamente de lejos y de cerca en nuestro entorno. Las consecuencias de nuestros actos son algo que parece no importar nada a nadie, aunque por medio esté la vida de las personas. El amor fraterno, y del otro, parece existir solo como palabras vanas, sin más contenido que el que alcanzan las palabras en los discursos electorales, e incluso en las más románticas y encendidas proclamas de amor al estilo de Romeo y Julieta, las cuales, sin más -como decimos vulgarmente- se tiran a la basura. ¡Que lástima!

La soberbia (malo, muy malo), ese desgraciado engendro que a veces nos lleva hasta la letra del tango, "verás que todo es mentira, verás que nada es amor...". Sí, de verdad que es monstruoso.

Por fortuna, pese a este lamentable escenario, la honestidad, la honradez, la justicia y la razón existen. Nada convence más que la verdad, única y persistente realidad que, como decía el llorado poeta gomero Pedro García Cabrera, nos hace sentir que la esperanza nos mantiene.

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo. UNTWO