Un segundo informe de la Consejería de Sanidad parece dar la puntilla, probablemente final, a la intención de la empresa Energía y Celulosa de instalar una planta de biomasa en el muelle de la Esfinge de las Palmas. El proyecto, que acompañaba a una planta gemela en el puerto de Granadilla, también paralizada, recibió, en julio de 2015, el respaldo del comité de inversiones estratégicas creado por Rivero con una Ley "ad hoc", muy cuestionada, para acelerar los proyectos que él o el Gobierno consideraban urgentes. El comité de marras, que Clavijo quiere cargarse con la aprobación de la nueva ley del suelo, no exime de los informes, estudios preceptivos y autorizaciones de todo tipo que requiere cualquier proyecto, pero faculta a la Administración a acelerar los trámites. Los proyectos aprobados por ese comité en su última sesión, ya con el Gobierno de Rivero en funciones, han tenido una desigual acogida: algunos están paralizados y otros siguen a velocidad de crucero.

Pero al margen de la oportunidad o no de estas plantas de biomasa que probablemente no lleguen a abrirse jamás, la oposición de los grupos conservacionistas a cualquier nueva industria de creación de energía suscita una reflexión necesaria. En Canarias, casi el noventa por ciento de la electricidad que se produce se obtiene quemando fueles. Quemar fuel es el procedimiento de generación eléctrica más contaminante, sólo superado por quemar carbón, una técnica que no se usa en Canarias. El impacto de esa combustión en el medio es extraordinariamente dañino, mucho mayor que el que producen las centrales de gas, las incineradoras o las centrales bioquímicas de biomasa. Gas y biomasa son combustibles que también contaminan, pero contaminan menos. El gas contamina menos que el fuel, pero es un hidrocarburo y comparte con el fuel el problema de liberar cantidades importantes de CO2. Y la incineración de biomasa es una técnica antigua y muy ensayada, que en algunos lugares utiliza residuos orgánicos que proceden de la basura. En otros, se utilizan residuos forestales procedentes del propio territorio o importados. En todos los casos, se trata de actividades industriales contaminantes y con riesgos. Pero más ecológicas que la producción con fuel...

La dependencia del fuel en Canarias es agobiante, incluso ahora que el precio del combustible ha bajado. Por eso me pregunto el porqué de la extrema oposición social a cualquier instalación nueva de producción de energía en las Islas, y el silencio de los ecologistas ante el hecho inaudito de que esta región siga atada al más contaminante de los combustibles. Sin duda, el objetivo final es lograr una energía limpia y barata. Pero algo habrá que ir haciendo por el camino. A veces, lo mejor es enemigo de lo menos malo. Mientras gritamos nuestra oposición a soltar cualquier basura en la atmósfera, seguimos haciéndolo con la tecnología más contaminante que existe, y eso no provoca ninguna protesta. Pero cuando se propone instalar industrias que contaminan bastante menos que las que ahora tenemos, se lía parda porque no son completamente limpias. Queremos energía limpia, pero llevamos ya más de medio siglo con lo más sucio, sin una sola manifestación ecologista y sin dar un solo paso en la dirección correcta.