Hotel, no. Debemos entender que Podemos acepta la situación social que vive Canarias con naturalidad, con estoica resignación. Es lo que hay: paro, pobreza, proyectos vitales en vía muerta y el que quiera otra cosa que coja maleta. Prosperar es de derechas y salir de pobres peor aun, de liberales ambiciosos y sin escrúpulos. Los hoteles son malos y los turistas una plaga. Podemos dice no a la construcción de un hotel en La Tejita, moviliza a sus huestes y azuza a la opinión pública. Ni explica dónde ni cómo es el proyecto, el hotel no hace falta, sostienen, no interesa que haya alguien dispuesto a invertir 40 millones en crear varios cientos de puestos de trabajo. Todo por el medio ambiente, un clásico, la protección de los espacios naturales se queda corta y la libertad de empresa muy larga.

Paradigma. Huelga aclarar que la inversión tiene su licencia y todas las bendiciones de la Ley, que no es poco. Constatar que cuando 60.000 personas normales y corrientes, sin coacción, firman para que no se construya el hotel, estamos ante un fenómeno social que nos obliga a revisar el paradigma; rechazan sin conocer siquiera los detalles. Personas que no ven la oportunidad para otras personas que llevan años sin trabajo, que no comprenden el alcance de una actuación de este tipo, sus efectos positivos sobre la economía local ni el resto de beneficios indirectos. Revisar el paradigma porque puede que la gente de Tenerife, mucha gente, tanta como la que se suma a estas peticiones inmovilistas, haya renunciado a esa mínima ambición necesaria para salir del hoyo.

Hoyos. Los que en Güímar dejó la extracción de áridos, actividad criminal que estará muy pronto vista para sentencia. Y en ellos, para resarcir la tropelía, la alcaldesa Luisa Castro propone desarrollar actividad turística. Una idea poco original pero plausible, para la que encontrará inversores dada la pujanza del sector y la rentabilidad que permite obtener. Y recibe críticas de los mismos del no a todo como si en vez de hoteles hubiera planteado una central nuclear. Hoteles en Güímar tampoco. Tendrá que lucharlo, porque aunque usted no lo crea, primero hay que declarar Güímar municipio turístico y después conseguir que los proyectos sean considerados estratégicos, ambas decisiones políticas y discrecionales, burocracia intervencionista pura y dura.

Parque, sí. Eso le dijeron al promotor de Mimiland, el de los 120 millones a enterrar en uno de esos agujeros de Güímar. Que sí, que puede empezar con el parque de atracciones cuando quiera pero el hotel no. Al final, no hablamos de territorio, sino de la actividad; no se impide ocupar suelo, sino explotar un hotel; no es un problema medioambiental, sino de competencia, de limitar la competencia, leche mercado libre. Una decisión política discrecional para permitir una inversión de cien millones en un terreno degradado en una comunidad autónoma con un tercio de la población en paro: blanco y en botella. Y atentos a ver quién se queja y qué intereses defiende. En Canarias, perseverar en la negativa a tantos grandes proyectos requeriría con urgencia un plan B.

Pacto de izquierdas. La necesaria participación de independentistas declarados en la mayoría parlamentaria que lleve a Pedro Sánchez a La Moncloa exigirá concesiones que podremos imaginar pero que no van a explicar. Bien pensado podría ser una jugada maestra: prometer hasta ser investido y luego postergar lo prometido a sabiendas de la complejidad de articular cualquier otra mayoría. Y a gobernar. En la Cámara, la agenda política la marcará Europa; pacte quien pacte el consenso será igual de difícil de alcanzar.

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